Vivanco es el primer destino turístico de La Rioja, con más de 100.000 visitantes anuales gracias a la amplia oferta de experiencias relacionadas con el vino para el turista, tanto es así que podríamos decir que es uno de los principales destinos vitivinícolas de España. Por un lado, su Bodega es considerada como “una de las 100 mejores bodegas del mundo” según Wine&Spirits y su Museo de la Cultura del Vino tiene el privilegio de ser el “mejor Museo de Vino del Mundo” según la OMT-ONU (Organización Mundial de Turismo). ¿A qué no sabías que podías encontrar un museo del vino de tal calibre en España?
En Briones, un idílico valle regado por el Ebro, tiene su sede Vivanco, un proyecto impulsado por la familia bajo la premisa de “devolver al vino lo que el vino nos ha dado”.
Comprometidos con la historia que une al hombre con el vino, canalizan esta voluntad a través de su Bodega, Fundación y Experiencias, donde se encuentra el Museo de la Cultura del Vino, un espacio de más de cuatro mil metros cuadrados que invita al visitante a descubrir un relato que se remonta a 8.000 años atrás y deja su huella en casi todos los ámbitos del ingenio humano (el arte, la literatura, la música y la gastronomía). Desde los primeros utensilios de labranza y trabajo en el campo, barricas, botellas, hasta piezas de arte griego y romano, pasando por obras de Sorolla, Miró y Picasso, entre otros.
Además de la colección permanente del Museo, hasta el 23 de abril de 2017 cuentan con la exposición temporal Vivanco, Pensando en Vino: 40 años de Coleccionismo que ofrece un recorrido memorable por la Cultura del Vino desde sus anales, apoyándose en una selección de documentos procedentes de las diversas colecciones del Centro de Documentación del Vino Vivanco y que abarcan desde incunables hasta el arte contemporáneo.
Entre los más antiguos despuntan dos incunables del siglo XV, De conservatione sanitatis, que aún conserva su encuadernación original y De re rustica de Columella, que se acompañan de libros antiguos y documentos de dos figuras: una carta del eminente químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur y la Oda al Vino manuscrita del poeta chileno Pablo Neruda, un gran gourmet cuya poesía está salpicada de guiños a la comida y al vino. Su versión primigenia Oda al Vino y sus dedicatorias en Odas Elementales, nos aproximan al autor a través de sus manos y su pensamiento.
Desde el siglo XVII hasta el siglo XX, la Colección Contratos de transporte de mercancías nos permite descubrir los documentos que formaban parte de los trámites necesarios para conducir los distintos artículos con los que se comerciaba. Por su parte, el archivo documental refleja los fondos generados por una persona a lo largo de su vida y en el ejercicio de su actividad profesional, intelectual y social; fondos familiares, que son el resultado de su vida; fondos de empresas o cooperativas; y también de entidades. Destaca el Fondo de Antonio Larrea, Director de la Estación Enológica y Presidente del Consejo Regulador de Origen Rioja (1944-1971), cuyo vasto archivo personal adquirió la Fundación Vivanco para la Cultura del Vino, con el objetivo de catalogarlo y ponerlo a disposición de los investigadores a través de su Centro de Documentación del Vino.
También podrá curiosearse una selección de postales antiguas, inspiradas en el mundo del vino, que se muestran junto con la colección de filatelia, fondos de barrica, ex libris y carteles publicitarios -entre ellos, algunas creaciones de Alphonse Mucha [en imagen], uno de los máximos exponentes del Art Nouveau. El espíritu del vino ha sido celebrado en partituras, libros de música y melodías, y ejemplos de estas pueden disfrutarse en esta exhibición temporal que también incluye minutas que permiten conocer de primera mano los gustos sociales imperantes en determinados períodos históricos, o incluso saber el vino que quedó enterrado bajo el mar tras el naufragio del Titanic. Los fondos se enriquecen con imágenes firmadas por fotógrafos contemporáneos como Ouka Leele, Alberto Schommer, Elisabeth Ohlson Wallin y dos instantáneas del padre del fotoperiodismo, Henry Cartier-Bresson, cuya Leica inmortalizó un “instante decisivo”, mítico en la historia de la fotografía, la Rue Mouffettard, que es el mejor epílogo para esta singular propuesta expositiva.