A partir de la década de 1830 el pastel fue una técnica tradicionalmente calificada como superior al dibujo, pero inferior a la pintura debido a su fragilidad intrínseca, su encasillamiento en el género del retrato, y su apropiación por parte de numerosas mujeres. No será hasta el siglo XIX cuando el arte del pastel reconquiste poco a poco su autonomía respecto a la pintura y alcance su máximo apogeo. Artistas como Eugène Boudin, Odilon Redon o Edgar Degas se cuentan entre aquellos que, al apostar por esta técnica, confirieron un estatus innovador al empleo de las barritas de pastel, una posición que se mantuvo durante la primera mitad del siglo XX. [Pierre-Auguste Renoir, La niña de la manzana o Gabrielle, Jean Renoir y una niña © Jean-Louis Losi]
