Una de las mejores versiones conocidas de El regreso de la fiesta de Pieter Brueghel el Joven, valorada entre 2,3 y 3,3 millones de euros, lidera hoy la venta de Antiguos Maestros en Sotheby’s Londres. Esta composición que gozó de gran popularidad durante la vida del artista parece haber sido enteramente de su propia cosecha. Su inmaculado estado de conservación permite apreciar plenamente el excelente dibujo, el detalle de los gestos, el color, el esquema compositivo y el elemento narrativo que han justificado la reputación de Brueghel. Esta imagen obtuvo gran demanda entre la clientela del artista y éste recreó la composición en tres variantes diferentes.
Ante los ojos del espectador se despliega una alegre procesión de aldeanos que regresa de una fiesta campestre, aparentemente todavía en plena agitación, con figuras bailando al son de una gaita, una pareja abrazada sobre un carro tirado por caballos y una familia acompañada de un niño con un caballito de juguete bajo el brazo. El grupo camina por un camino fangoso en el que se aprecian las marcas de las carretas. Mientras la mayoría baila al compás de la alegre melodía de la gaita, otros sufren los efectos del exceso de alcohol: un joven ebrio se apoya contra un árbol, mientras una señora mayor se agacha para aliviarse de otra forma. El artista ha representado una escena de pueblo más animada que en la vida real: un grupo de diez figuras entrelazan sus manos y bailan alegremente en círculos; dos hombres están a punto de librar un duelo con espadas pues se ve como uno de ellos es retenido por una mujer que le implora desesperadamente que desista, siendo tal vez ella misma la causa de la disputa; en segundo plano se desarrollan actividades más tranquilas como un partido de hockey y una competición de tiro con arco mientras que en la zona central se plasma a un grupo de feligreses entrando o saliendo de la iglesia. Brueghel ha colocado un tronco de árbol a la derecha de los juerguistas para dividir la composición en dos y en esta sección más pequeña vemos una escena más sosegada, una avenida casi vacía al lado de un canal poblado por sólo unas pocas parejas que vuelven a casa a trompicones y un lisiado mendigando limosna a dos mujeres. Es una escena en la que podemos encontrar numerosas historias y que nos da una idea del espíritu que impregnaba estas celebraciones a principios del siglo XVII en Flandes.