Más de 345 millones de euros recaudó anoche Sotheby’s con la venta de la primera parte de la colección de su antiguo propietario, el magnate Alfred Taubman, fallecido el pasado mes de abril a los 91 años de edad. La colección, que incluye 500 piezas que abarcan desde las antigüedades clásicas a la pintura impresionista y el arte contemporáneo, ha sido tasada por encima de los 455 millones de euros y será dispersada en varias sesiones; la primera de ellas, celebrada ayer, coronó el lienzo Retrato de Paulette Jordain de Modigliani que se remató en 39,3 millones de euros.
«Vender arte es como vender refrescos” sostenía Alfred Taubman, dueño también de una fábrica de bebidas de soda. «La gente no necesita beber y tampoco comprarse cuadros. Les persuadimos de que hacerlo les hará vivir una experiencia feliz.»
En 1983 Taubman se hizo con el control de Sotheby’s (entonces Sotheby’s Parke Bernet) y logró transformar radicalmente el modelo de negocio de las subastas aplicando al mundo del arte su perspicacia para el comercio minorista y la gestión de marcas de lujo. Bajo su dirección convirtió lo que hasta entonces era un pequeño negocio en una multinacional que ofrecía a sus clientes no solo obras de arte sino también financiación, seguros, almacenamiento y formación.
Promovió los envíos masivos de suntuosos catálogos a los potenciales adquirentes, dio crédito a los compradores y concesiones a quienes llevaran piezas para consignar, celebró fiestas para clientes y brindó mínimos garantizados a los vendedores, independientemente de los precios de venta. Abrió sucursales en Hong Kong, Monte Carlo y Rusia; introdujo nuevas especialidades (arte escandinavo, pintura victoriana y memorabilia del rock&roll), además de decorar opulentamente las sedes palaciegas de la firma en Nueva York.
El agujero negro de su biografía fue su condena en 2001 por amañar los precios con su rival Christie’s entre finales de los 90 hasta comienzos de la década del 2000. Fue sentenciado a un año y un día de prisión. A pesar de las súplicas de sus abogados aduciendo su frágil salud, Taubman, que contaba 77 años, tuvo que cumplir su condena en un centro penitenciario federal en Minnesota. «Había perdido un trozo de mi vida, mi buen nombre y alrededor de 13 kilos», escribió en sus memorias publicadas en 2007. «Ahora estoy fuera y no estoy amargado. Creo en el sistema. Sigue siendo el mejor del mundo», aseguraba optimista.