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    Soledad Lorenzo, el arte que salva

    En 2014 se firmó el acuerdo entre el Reina Sofía y Soledad Lorenzo por el cual la galerista cedía casi 400 obras de sus fondos de arte contemporáneo al museo español. Para esta carismática mecenas lo importante es el presente y la maravilla de vivir cada jornada como algo irrepetible. El arte forma parte de su cotidianidad, es el pan de todos los días. “Soy inteligente para la vida”, nos recuerda con una amplia sonrisa. La amabilidad natural de Soledad Lorenzo rompe muros y distancias. “Los medios siempre me han tratado muy bien” confiesa agradecida al poco de comenzar nuestra conversación.  En las altísimas paredes de su casa madrileña, un Uslé enorme dialoga en perfecta simbiosis con otra gran pintura de Philipp Fröhlich mientras un mono y un gato en bronce de Barceló parecen dispuestos a brincar en cualquier momento. Amalia García Rubí. Foto: David García Torrado

    Manuel Borja-Villel ha reiterado la gran relevancia de la donación de la Galería Soledad Lorenzo. Reconoce en su decisión una generosidad encomiable… Es un depósito con promesa de donación que hice cumpliendo una idea pensada desde hacía tiempo. No es cuestión de generosidad sino de una realidad que se ve finalmente realizada. Yo tengo un gran amor al arte. La inteligencia visual es fundamental para apreciar la creación, por eso es imprescindible educar la mirada emocional.

    ¿Se siente ligada al Reina Sofía? Sí, claro. Fue el primer centro nacional de arte contemporáneo y hoy tiene un prestigio internacional indiscutible. Algo que quizá los españoles no estamos valorando lo suficiente. Cuando visito museos europeos me doy cuenta de la excelente calidad de su programación y colección. Con Manolo Borja mantengo muy buena relación. Es un profesional provisto de vastísimos conocimientos y una visión educadora muy especial. Aunque no siempre coincido al cien por cien con su criterio, reconozco sus aciertos a la hora de dirigir una institución compleja como es el Reina Sofía.

    ¿Cómo ve la evolución de la cultura en España? El avance cultural de este país ha sido ejemplar en muy poco tiempo. Casi siempre tendemos a fijarnos en lo malo, deberíamos ver lo positivo más a menudo porque los españoles tenemos razones para estar satisfechos de todo lo que hemos construido. A menudo se emplean tópicos que deforman nuestra percepción y nuestro entendimiento de la realidad.

    La entera dedicación al arte contemporáneo desde joven y la apertura de la galería Soledad Lorenzo en 1986, ¿le convierte en una pionera? Yo tenía 40 años, no era tan joven. Mi primer contacto con las galerías fue a principios de los 70, nada más volver de Londres. Una amiga mía se asoció con una persona para abrir una galería en Madrid y entonces comenzó mi aventura. Aunque fue casi por azar, enseguida entendí que ya no iba a abandonar ese mundo.

    ¿Alguien le animó a convertirse en galerista profesional? No, eso es una opción totalmente personal, eres tú misma la que decides. La vida te va llevando pero tienes que saber lanzarte a tiempo para no perder las oportunidades que te brinda. Mi primer contacto con el mundo de las galerías junto a Fernando Guereta en 1974, me hizo apreciar y respetar mucho el arte moderno (Picasso, Miró, Gargallo…) pero a mí me atraía más lo vivo. Comencé a ver exposiciones por mi cuenta y a conocer a fondo el mercado del arte.

    Uno de los artistas representados en el legado que deja al Reina Sofía es Pablo Palazuelo. ¿Cómo le conoció? En aquel tiempo yo trabajaba en la galería Theo. Una mañana entró un señor muy elegante y era Pablo Palazuelo. Comenzamos a hablar sobre arte. Desde entonces me unió a él una gran amistad. Años más tarde se convirtió en uno de los artistas más queridos por mí.

    ¿Palazuelo, como usted, tuvo que lidiar con la soledad? Sí, aunque por circunstancias distintas. Él en cierto modo, fue un incomprendido dentro del ámbito familiar, y aún así su entrega al arte fue total. Era un hombre extraordinario, con un sentido de la vida muy agudo e inteligente. La gente quiere una única verdad, por eso, decía Palazuelo, “hay verdades que no interesan”.

    ¿Por qué decidió abrir su propia galería? Me di cuenta de que ya no quería trabajar para los demás. Sentí que debía adquirir una responsabilidad más profunda con el arte y con los artistas. El contacto con la muerte, primero la de mi padre y hermanos, luego la de mi marido, me enseñó a tomar mis propias decisiones. Nació en mí una implicación profunda con lo que hacía.

    ¿Cómo encontró el local? Creo que le hizo la reforma Gustavo Torner… Sí, Gustavo Torner hizo la reforma y quedó magnífico, aunque el espacio en sí mismo ya marcaba. Tuve mucha suerte porque no me costó apenas tiempo encontrarlo. Al ser una calle poco transitada, el alquiler era muy barato. Fue una gran oportunidad y la aproveché.

    A lo largo de 25 años mantuvo el mismo espacio de la calle Orfila, ¿no le tentó ampliar el negocio en algún momento? No, nunca. Creo que mi personalidad me hizo adquirir un compromiso claro hacia mis artistas. Por eso, quizá, la gente me reconocía fácilmente. Nunca pensé que estaba haciendo algo extraordinario. Cuando me quedé viuda, la soledad me dio libertad para dedicarme al cien por cien a la galería. Prácticamente vivía en ella (risas)

    ¿Recuerda su primera exposición? Fue una individual de Alfonso Fraile, a quien conocía de mi experiencia junto a Fernando Mignoni y Elvira González en Theo. Tenía bastante miedo por las expectativas de venta y éxito pero todo fue muy bien. Poco tiempo después, Fraile murió prematuramente.

    El cierre de su espacio en 2012 fue un acontecimiento triste para mucha gente, ¿Celebró alguna exposición especial de clausura? Simplemente seguí el orden de nuestra programación. Expuse a Victoria Civera porque era la artista que le tocaba exponer en ese momento, concluyendo así en 2012 el final de la etapa más importante de mi vida. Creo que cerré cuando tenía que hacerlo. Y no me arrepiento.

    Sicilia, Barceló, Soledad Sevilla, Hernández Pijoan, Perejaume, Juan Uslé, Jorge Galindo, Sergio Prego, Tony Oursler, Louise Bourgeois, ¿Qué criterios fundamentan esta riqueza de lenguajes que han caracterizado sus exposiciones? Los mismos que definían el gran cambio que se produjo en los años 80 y que supuso una auténtica eclosión en el arte internacional. Una apertura a la diversidad sin precedentes. Antes de los 80 el mundo del arte contemporáneo era muy reducido, los artistas jóvenes eran una minoría y lo tenían mucho más difícil que ahora. En este panorama, yo me empeñé en defender el arte español vivo, hacer que tuviera un peso dentro y fuera de nuestro país. De ahí mi compromiso con los artistas a los que he representado, porque he sentido enamoramiento y creo que he sabido caminar con ellos.

    ¿Siempre se ha definido como galerista antes que coleccionista? ¿De qué pieza no se desprendería nunca? No, no… no existe una obra en concreto porque cada artista es un mundo y sus obras reflejan de manera única un carácter creativo en particular. Hay muchas obras de muchos artistas que forman parte de mi vida. Esto es lo maravilloso de la mirada sobre el arte. Es un mundo sorprendente imposible de abarcar por completo.

    ¿Recuerda la primera individual que le hizo a Barceló? Sí. Él ya había ganado un premio de arte joven de La Caixa y celebrado colectivas en Barcelona, etc. Yo había visto pintura suya en una exposición cuando todavía no era famoso. Me fijé en su obra y me gustó. Trabajaba entonces al final de sus series de Bibliotecas. Tanto él como Sicilia tenían galería en el extranjero. Un día, su galerista en París me llamó para decirme que Barceló quería trabajar conmigo. En 1990 celebramos la primera individual. Algo parecido ocurrió con Sicilia. Creo que en ese momento el triunfo de ambos fue exagerado y,en cierto modo,eso les perjudicó.

    ¿Cómo consiguió exponer obra de artistas de la categoría de Louise Bourgeois? Yo había visto su obra en una exposición en Nueva York y me enamoré. Un día le pregunté a la galería americana con la que trabajaba si podía hacer una exposición suya en Madrid. Tenía ya ochenta años pero era bastante desconocida. Finalmente la expuse a principios de los 90. Creo que ha sido una de las artistas más libres que yo he conocido. Jamás se preocupó del montaje de sus exposiciones porque tenía a Jerry Gorovoy, su asistente, que se ocupaba de todo.

    Con algo más de veinte años se casa y se va a vivir a Londres. ¿Cuánto tiempo estuvo en Inglaterra y qué supuso aquella experiencia? Viví doce años en Inglaterra y fue una etapa fantástica. Londres se convierte de repente en la ciudad de la moda, el arte, la música. En los 70 había muchos españoles viviendo allí pero yo los veía muy desarraigados, les faltaba personalidad. Me dio miedo que eso mismo nos ocurriera a nosotros. Esta especie de sentimiento patrio me hizo volver cuando tenía 36 años, tras la muerte de mi marido.

    ¿No le ha atraído nunca vivir en Nueva York? No, nunca. He viajado a Nueva York y conozco el mercado americano, las galerías más punteras (que no son tantas como pueda parecer), pero no me ha interesado vivir allí. También es cierto que no era ninguna niña cuando empecé en el arte y eso influye.

    Además de otros muchos reconocimientos, en 2012 se le concede el Premio de Arte y Mecenazgo junto a Elena Asins y Helga de Alvear…¿Las mujeres se vuelcan más en el arte? La aceptación de las mujeres en el arte es una realidad desde hace décadas, aunque a veces se hable de discriminación. A partir de los años 80, la presencia femenina en distintos sectores del arte contemporáneo se convierte en algo habitual. Hasta hace relativamente poco el arte no estaba considerado un trabajo. Ser artista, hombre o mujer, implicaba casi morirse de hambre porque no existía un mercado bien articulado.

    Carlos Urroz es el primer nombre masculino en la dirección de ARCO después de Rosina Gómez Baeza, María del Corral, Lourdes Fernández… ¿Le llama la atención? Lo cierto es que hasta hace muy poco, cualquier oficio relacionado con el arte contemporáneo era despreciado por los hombres. Se consideraba algo femenino, un oficio desempeñado mayoritariamente por mujeres. Ahora las cosas han cambiado y hay más libertad de movimiento y menos prejuicios, claro.

    ¿Qué papel cumplen las ferias de arte contemporáneo? No hay duda de que son muy beneficiosas para el arte. La función de cada galería con sus propios artistas debe ser decisión del galerista. Hay algunos que necesitan un espacio único y otros que se entienden mejor en colectiva. Depende del carácter y del ritmo de creación, el cual se debe respetar siempre, por supuesto.

    ¿Y las galerías, qué función tienen en la sociedad? Contribuir a la promoción y coleccionismo del buen arte contemporáneo desde el convencimiento y la profesionalidad. En España hay talento para que existan buenas galerías. El problema es que la Guerra Civil y la posguerra retrasaron todo el desarrollo de la cultura una barbaridad.

    ¿Recuerda su niñez o es una etapa olvidada? No, no, yo tuve una infancia feliz. Era muy presumida y al mismo tiempo me interesaba todo. De pequeña siempre estaba atenta a las conversaciones entre mi padre y mis dos hermanos mayores, con los que me llevaba más de diez años. Mi padre procedía de una familia de carniceros pero tuvo una atracción innata hacia la cultura que nos transmitió de manera natural. Antes de la guerra le nombraron alcalde republicano de Torrelavega. Siempre se negó a meter a nadie en la cárcel por sus ideas. Durante la guerra le encarcelaron pero alguien le salvó de la pena de muerte. Nunca supo quién fue. Esa experiencia le hizo ser consciente del valor de la vida. Cuando nos trasladamos a Barcelona, nos llevaba a ver exposiciones y nos decía continuamente la suerte que teníamos de vivir en esa ciudad…

    “Amante de la vida”, ha dicho en numerosas ocasiones. ¿Alguna vez ha sentido que el Arte le salvaba? A mí me han salvado tres cosas: el recuerdo de mi familia, el contacto con la muerte que me hizo valorar la vida, y el Arte. Conocer la mente del artista plástico, mucho más profunda que la nuestra, me ha salvado. La mirada emocional, como te decía al principio.

    Oliva Arauna decía que era usted una “gran vendedora de arte” ¿Se considera satisfecha con lo hecho? Es cierto que vendía mucho pero porque he sido siempre muy apasionada y muy creyente en todo lo que he emprendido. Una vez me dijeron que yo había buscado el triunfo y yo lo desmentí diciendo: “yo no he buscado el triunfo, he eludido el fracaso”. En realidad, es lo que hacemos todos, deseamos no fracasar en la vida.

    Entiende muy bien a la gente joven. La juventud ¿es un don o una actitud? La juventud es juventud. Cuando te haces mayor, cada vez va quedando menos gente de tu generación (risas). Afortunadamente el ser humano aprende a vivir poco a poco. El hecho de tener un trabajo público, te obliga sin querer a adoptar una actitud más afable con todo el mundo, pero lo cierto es que yo hoy todavía sigo evolucionando. Ahora tengo más tiempo para pensar y estar conmigo misma.

    Soledad

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