“Aunque paso mucho tiempo en la superficie, lo que deseo captar es el interior”, dice el artista australiano Ron Mueck, invitado por el Templo de Teseo, situado en un céntrico jardín vienés, para presentar Hombre en un barco, una escultura realizada durante una residencia en la National Gallery de Londres. A finales de 1990, Mueck causó sensación con su detallada escultura de un hombre desnudo postrado, que era una representación de su propio padre muerto. La verosimilitud de aquella obra se convirtió en una especie de marca registrada además de dar una pista sobre la primera ocupación del artista: antes de hacer la transición a las bellas artes, ideó modelos y efectos especiales para películas y anuncios. Mueck, que crea sus esculturas de manera tradicional, utilizó en esta obra resinas acrílicas y poliéster así como compuestos de fibra de vidrio; la adición de pelo y pintura le permite crear superficies muy veristas. Aunque imbuye a sus figuras de una profunda expresión psicológica, la manipulación de la escala las convierte en seres irreales que contagian la preocupación de Mueck por el cuerpo humano y la contingencia de la existencia del hombre.