A lo largo de su dilatada carrera, Picasso cultivó la escultura con pasión, aunque de forma episódica, empleando materiales y técnicas tradicionales pero también no convencionales. A diferencia de la pintura, en la que se instruyó formalmente y con la que se ganaba la vida, reservó la escultura para un ámbito íntimo y experimental en su producción. El MoMA neoyorkino arranca su temporada con una importante exposición sobre la innovadora obra tridimensional de Picasso para la que ha reunido 150 creaciones representativas de toda su trayectoria. El maestro consideraba sus esculturas casi como miembros de su familia, gozaba de su compañía y se deleitaba recreándolas en distintos materiales y contextos. Conservó la mayoría de sus piezas tridimensionales y no fue hasta 1966, con motivo de la gran retrospectiva parisina Hommage à Picasso, que el público pudo descubrir este capítulo inexplorado de su trabajo. Ya en 1967 el MoMA organizó La escultura de Picasso, que fue la primera exposición en el continente americano en presentar un gran número de esculturas del artista. La exhibición que se inaugura en el próximo mes de septiembre con el elocuente título Picasso Escultura aborda la perdurable relación del artista malagueño con la escultura, haciendo hincapié en el uso de materiales y procesos. La muestra, que se complemente con una selección de obras en papel y fotografías, ahonda en el perenne compromiso de Picasso con la escultura, un medio al que sometió a una reinvención constante.