La admiración de Picasso por El Greco se inició en su juventud, cuando tuvo la oportunidad de estudiar la obra del cretense a raíz de sus visitas al Museo del Prado, entre 1897 y 1898, cuando estudiaba en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pronto, sin embargo, decidió formarse por su cuenta, aprendiendo precisamente de la observación de las obras maestras conservadas en la pinacoteca madrileña. De esta época proviene también la fascinación por la obra de Velázquez (en una hoja de dibujos realizados en Horta de San Juan, en 1898, escribe: «Greco, Velázquez, ¡inspiradme!»). La pieza estelar de esta muestra es Caballero anciano, el emblemático óleo de El Greco, cedido por el Museo del Prado, que está arropado por otras 29 piezas que bien evidencian la influencia del genio del Manierismo en la obra de Picasso o fueron realizadas como homenaje a este maestro del Siglo de Oro español.