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    El paisaje favorito de Hockney

    En el otoño de 1980, David Hockney cambió Nueva York por Los Ángeles y cada día mientras conducía por la sinuosa carretera que bordea el Cañón Nichols de camino a su estudio, se maravillaba de su paisaje salvaje y ondulante. Reflejó esa sensación mareante en Nichols Canyon, un cuadro con el que se encariñó tanto que decidió quedárselo. Poco después, sin embargo, se enamoró de un pequeño Picasso que había visto en la galería Claude Bernard de París. No se decidía a pagar los 135.000 dólares que le pedían y eso llegó a oídos del galerista André Emmerich quien le propuso comprar el Picasso para él a cambio de dos lienzos, uno de ellos Nichols Canyon, que licita Phillips el 7 de diciembre en Nueva York, y que podría alcanzar los 30 millones de euros.

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