El pasado 30 de junio, en Christie’s Londres, Manolo Millares batía su récord de artista con Sin título (Composición) Pintura nº 4 una de sus emblemáticas arpilleras que se cotizó en más de un millón de euros doblando su estimación inicial. Con sus dos metros de altura, la obra confrontaba al espectador con una especie de reliquia arqueológica de una civilización desconocida.
Ejecutada en 1959, cuatro años después de que el artista se instalara en Madrid procedente de las Islas Canarias, esta obra fue, en parte, una respuesta a su encuentro con los extraños restos momificados de los guanches, los aborígenes canarios.
“En el Museo Canario descubrí lo que es el hombre y, sobre todo, su «finitud» -explicaba Millares- Me di cuenta de que lo que había visto – el exterminio de una raza- había sido una injusticia. Aquel fue el punto de partida de mis arpilleras. Algo que pertenecía al pasado me permitió entrar en el presente y ser consciente de ello.”
Esa visión de la vulnerabilidad de la humanidad frente a la historia, ejerció un profundo impacto en el trabajo del artista. Poco después de su creación, esta pieza fue incluida en la exposición 13 peintres espagnols actuels en el Museo de Artes Decorativas de París.
Millares comenzó a hacer collages en 1954, utilizando una combinación de arpillera, cerámica, madera y arena. Después de su traslado a Madrid en 1955, en su estilo se empezó a percibir la influencia de Alberto Burri, trabajando con el material salpicado de costurones y quemaduras.
Aunque tangencialmente relacionado con el desarrollo del Arte Povera, así como el Informalismo propagado por artistas como Antoni Tàpies y Jean Fautrier, Millares es más conocido por su papel fundador del grupo ‘El Paso’. Junto con su amigo Antonio Saura, así como con sus compañeros Pablo Serrano, Manuel Rivera, Rafael Canogar y Luis Feito, buscó una nueva estética que se adaptara a un mundo asolado por los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, Hiroshima y la Guerra Civil Española.