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    Mil obras nos contemplan: en el Museo Thyssen-Bornemisza

    El despacho de Guillermo Solana (Madrid, 1960) se antoja como un museo particular, el suyo. Níveo de paredes y mobiliario, alberga obras dispares que obedecen al gusto del director artístico. Alberto Pina, Paloma Navares, Antonio Rojas y Antonio Saura. Llegó al Museo Thyssen-Bornemisza, que entonces no era Nacional, en 2005, centro que alberga la colección adquirida por el Estado español al barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza en 1993 y cuya ampliación se inauguró mediante el Palacio de Villahermosa con la Colección de la baronesa. Solana estudió Filosofía y fue profesor de Estética y Teoría de las Artes en la Autónoma de Madrid. Si hay un cuadro de la colección al que vuelva es Joven caballero en un paisaje, de Vittore Carpaccio. También a la mujer profundamente sola que retrató Edward Hopper. Se queda con ganas de montar una exposición de Caspar David Friedrich, pero, lo justifica, “tiene un carné de baile demasiado completo”.

    Diecinueve años al frente de la dirección artística del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Mucho ha debido ver y oír a lo largo de este tiempo… Me empieza a dar miedo que se me recuerden los años que llevo porque te conviertes en el blanco de los que están preparados para la jubilación inmediata. He visto cambiar mucho el museo, España, todo. He visto pasar a diez ministros de Cultura. Ha sido un cambio total en todos los sentidos. Cuando llegué aquí la plantilla era bastante más reducida, no sobrepasaba el centenar y ahora rondará los 160. Para que te hagas una idea de lo que han supuesto estos años en cuanto a cambios te diré que Tomás Llorens no tenía correo electrónico, no lo manejaba. Le pasaba a su secretaria, que es también la mía, las cosas escritas a mano y ella se ocupaba del correo electrónico. No había móvil. Y se vivía descansadísimo. No existía WhatsApp. Y ahora es un frenético sinvivir, aunque la digitalización del museo, que nosotros llamamos conversión digital, ha supuesto una verdadera revolución necesaria. Las redes sociales, la producción audiovisual y el marketing son hoy elementos clave. Cuando me contratan como comisario de la exposición sobre Gauguin lo que se utilizaba entonces era una carta y con ello bastaba. Una carta en la que te proponían esto o aquello y era suficiente. Hoy, la contratación de un comisario entraña una ingente burocracia e invertir un 30% del tiempo en papeleo.

    Ha visto pasar a diez ministros de Cultura. ¿Les interesa a los políticos la cultura? Ha habido de todo. Una actitud en general, con independencia del partido, de estar a disposición nuestra. Nos hemos sentido muy bien tratados en general. Lo peor, o menos malo, que te puede pasar es que los ministros no tengan tiempo para escucharte, pero cuando sí lo han hecho, la actitud siempre ha sido estupenda. Desde Guirao y con el equipo de Pedro Sánchez la trayectoria no ha podido ser mejor. Se alcanzó el acuerdo con Tita y Borja para el depósito de la colección, que era aparentemente muy complicado, requería un consenso entre ambos y entrañaba complicaciones legales de todo tipo y se resolvió muy bien. Guirao lo inició, Rodríguez Uribes llevó el peso de la negociación con la baronesa y sus abogados e Iceta lo remató. El trabajo se hizo y respiramos, porque supuso un gran alivio para el museo, inmerso en una situación de incertidumbre.

     

    ¿Nunca albergó dudas sobre que la colección Carmen Thyssen pudiera salir fuera de España? Siempre supe que se iba a quedar en España, porque esa era la voluntad de Tita y la del ministerio. Se trataba de encontrar un modo de arreglarlo, más allá de la niebla que se produce con las discusiones entre abogados. Nunca sentí miedo. La prueba es que Tita, cuando la renovación del depósito de su colección estaba aparentemente en el aire, seguía permitiéndonos comprometer préstamos de su colección con otros museos, lo que significaba que seguía confiando en esta casa y que no tenía en el fondo la intención de llevarse las obras.

    Hubo, entonces, ofertas potentes y no se jugó de farol… Ella se siente muy vinculada emocional y moralmente a España, a este museo y a los otros que ha creado y no se iba a marchar a Abu Dabi tan fácilmente, a San Petersburgo o a donde la cortejaran, que la cortejaron y la cortejan. Yo estuve con el equipo ruso que vino a ver la colección y existía una oferta de mucho dinero sobre la mesa. Ella no se puede imaginar a sí misma lejos de España, de museo, que es su creación en gran medida, porque ella fue quien influyó sobre el barón y quien intervino en la negociación para que esto fuera posible. ¿Cómo iba a dejar todo eso atrás?

    Un Museo al que en 2017 se le añade la etiqueta de Nacional. ¿Qué ha significado? Es algo que le agradecemos mucho al ministro Méndez de Vigo. Siempre habíamos pensado que era imposible y fue él quien lo sugirió. Había voluntad política y se resolvió inmediatamente. La familia Thyssen lo recibió estupendamente, lo vieron como un upgrading, un ascenso de categoría del museo, y simbólicamente significó mucho. Legalmente, no cambió nada porque nosotros ya disponíamos de las ventajas de los museos nacionales, fundamentalmente, la más importante, la garantía del Estado, que es vital porque es lo que abarata considerablemente la producción de exposiciones. Si tuviéramos que pagar en seguros privados todo lo que la garantía del Estado nos cubre, el coste se duplicaría. Yo creo que la garantía del Estado debería de extenderse a otros museos públicos españoles que no dependen de la Administración central del Estado, sino de la autonómica, como el MNAC o el IVAM.

    Si se pudiera hacer hoy una radiografía de la última década del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, ¿qué se vería? Ha habido cambios notables Una radiografía quieta no dice mucho, prefiero verla en movimiento. Si la hiciéramos, a lo largo de los últimos diez años tendríamos un museo que, de estar muy especializado en unas poquitas cosas, básicamente en su colección, en exposiciones de clásicos modernos y en hacer eventos corporativos que han contribuido a mantenerlo, ha pasado a ser bastante más versátil. Algo muy importante ha sido la entrada del arte contemporáneo, que hoy ocupa casi la mitad de nuestra programación. Y eso ha sucedido gracias al acuerdo con Francesca y su Fundación TBA21, que ha renovado la imagen del museo, y más recientemente la incorporación de Blanca y Borja Thyssen, que son también coleccionistas, están depositando obra en el museo y he creado un programa de exposiciones que está relacionado con su colección. Tenemos en este momento dos coleccionistas Thyssen, Francesca y Borja, muy comprometidos con el coleccionismo contemporáneo, algo que es importantísimo…. [Gema Pajares. Foto: Alfredo Arias]

     

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