Luïsa Vidal formó parte de la generación joven de artistas modernistas catalanes. Pintora, dibujante e ilustradora, fue una gran retratista, muy valorada por su capacidad de captar el estado emocional del retratado. Esta exposición reúne más de 70 obras y revisa todas las facetas de su producción: la de pintora, la de dibujante y también la de ilustradora. Formada en Barcelona y en París a comienzos del siglo XX, educada en el gusto por el arte y la música, políglota, colega y amiga de las escritoras Caterina Albert, Dolors Monserdà, Carme Karr y de la pedagoga Francesca Bonnemaison, Vidal luchó por dedicarse a la pintura y al dibujo de forma profesional en un mundo que aceptaba que las mujeres pintaran en casa, como amateurs, pero que no contemplaba que se dedicaran en exclusiva y como un trabajo. Como escribió el crítico Francesc Serra: “Fue un caso singular: la única mujer que a principios del siglo XX se dedicará con entusiasmo a tan difícil y complicada tarea, logrando hacerlo bien, en un momento en que todas las chicas de familias acomodadas se entretenían tocando el piano. Fué una excepción.” [Damisela, París, 1902]