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    Lorne Thyssen-Bornemisza, nobleza obliga

    Pertenece al ‘Gotha’ del mundo del arte pero ha enfocado su pasión en un campo ajeno a la tradición familiar: la arqueología Kallos, la palabra griega para designar lo bello y hermoso, es el espíritu al que se encomienda el baron Lorne Thyssen-Bornemisza en su proyecto más personal: una galería dedicada al mundo antiguo. Vanessa García-Osuna

    Usted desciende de una legendaria saga de mecenas. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos con el arte? Creo que uno de los primeros impactos que recibí del arte me lo causó un Monet espectacular que mi padre había regalado a mi madre y que colgaba en nuestra casa de St. Moritz. Plasmaba a dos hombres a bordo de un pequeño bote de remos al atardecer. Más tarde, mi padre adquirió el Mata Mua de Gauguin que entonces me pareció una composición de ensueño sobre un paraíso desaparecido. ¡Fascinante!

    Lleva el gen del coleccionismo en su ADN pero, curiosamente, antes de usted, nadie de su familia se había decantado por antigüedades. Mi pasión por el arte antiguo surgió a raíz de empezar a formar una colección de monedas romanas, en su mayoría retratos imperiales. Precisamente estudié estas monedas y sus reversos en el Catálogo Calicó de Áureos Romanos, un libro español que es el manual internacional de referencia. Más tarde, adquirí un busto de tamaño natural del emperador Septimio Severo en un anticuario de Nueva York. El profesor Alan Walker, uno de los máximos expertos en numismática, me avisó de que estaba a la venta. Si usted se hubiera pasado días enteros escudriñando pequeños áureos con una lupa, un retrato de tamaño natural, que está en el otro extremo de la escala, ¡también le resultaría algo espléndido!. Más adelante también adquirí otros bustos y algunos skyphos de plata romana. Aquel fue el punto de partida.

    Como coleccionista su especialidad es la Roma antigua. Háblenos de sus posesiones más preciadas. Creo que el primer áureo de oro romano que compré fue el más emocionante de todos. Era un retrato del malvado y enloquecido emperador Nerón. Lo adquirí en la casa Spink en 2005 y pagué por él 1.500 libras. ¡Una auténtica ganga en comparación con los precios que alcanzan estos días!. La única pieza de la que jamás me separaría es un busto de Antinoo, que llevé a restaurar al Museo Ashmolean de la Universidad de Oxford. Es uno de los mejores retratos romanos de la historia. Fue descubierto en el siglo XIX en Banias, Siria, y adquirido por el cónsul francés de la época en Beirut. Ha pasado por muchas colecciones famosas, incluyendo la Colección Clerc antes de llegar a mis manos. Es la única obra que me dejó sin habla cuando finalmente salió del taller de restauración. ¡Simplemente preciosa!

    ¿Cuáles son las rarezas de su colección de numismática romana? Mi moneda favorita es un busto laureado del emperador Augusto, que lleva la sencilla leyenda: “Augusto”. El grado de detalle es asombroso y está ejecutado en un estilo griego idealizado. Poseo también un áureo particularmente raro acuñado en Judea, tras el saqueo del Templo de Jerusalén. No está en perfecto estado, pero es el único del que existe constancia. Desencadenó una guerra de pujas despiadada entre los interesados en hacernos con él.

    ¿Cuál fue su primera adquisición especial? Le contaré una historia que me sucedió en 1973, mientras pasaba las vacaciones con mi padre en Marbella. Había un pintor americano que vivía en [el pueblo de] La Virginia llamado Gary Kaelon, y que pintaba hermosas miniaturas de leopardos, guepardos y tigres sobre pequeños fragmentos de mármol. También era un hombre interesante, muy brillante. Me enamoré de sus creaciones, pero no podía permitirme su elevado precio -10.000 dólares-. ¡Con mi asignación de 20 francos, me hubiera llevado 20 años poder pagar una! Se lo comenté a mi padre que, por desgracia, no se ofreció voluntario a comprármela, pero me dijo en tono de aprobación: “¡Ah, eres un verdadero coleccionista!” Recuerdo sentirme un poco decepcionado, aunque halagado por el cumplido. Por cierto, si alguien tiene algún Gary Kaelon por ahí, ¡todavía sigo interesado en comprarlo!.

    ¿Ha pasado alguna noche en vela antes de una subasta o venta especial? Me acuerdo de una anécdota que me pasó en los años 80. Estaba sentado charlando con mi padre en su casa madrileña de La Moraleja y aprovechando el momento oportuno me armé de valor para preguntarle por qué estaba dispuesto a pagar 17 millones de libras por La esclusa de Constable. Yo no le veía el encanto por ningún lado. Me parecía una pintura bastante oscura y poco atractiva. Para mi sorpresa, mi padre, que era el más racional de los hombres, me respondió: “Bueno Lorne, en realidad no sé qué me pasó, empecé a pujar pero de repente mi mente fue invadida por alienígenas de otro planeta ¡y perdí totalmente la cabeza!.” ¡Personalmente creo que fue una combinación de tres vasos de Chateau Haut-Brion y los marcianos del espacio!. El año pasado, sin embargo, yo experimenté la misma sensación. Asistí a una subasta de libros raros, y me decidí a pujar por algunos ejemplares de viajes del siglo XIX sobre exploradores ingleses en el Líbano. En un momento dado me enzarcé en una puja contra algún magnate libanés y los dos acabamos perdiendo el control. Finalmente, después de una batalla de diez minutos, hice la oferta ganadora pero nada más hacerla pensé: “¡Oh Dios mío!, ¿qué he hecho, cómo voy a pagarlos?” ¡Fue espantoso!

    Como mecenas se ha implicado también financiando misiones arqueológicas en Oriente Medio. ¿Cuáles han sido las experiencias más gratificantes? En efecto, apoyo mucho la arqueología en Oriente Medio. Uno de los proyectos más interesantes es una excavación que se está llevando a cabo cerca de la ciudad de Ur, en Irak, a través del Instituto Británico para el Estudio de Irak, dirigido por una dama fabulosa, la profesora Jane Moon. Se han desenterrado innumerables tabletas de arcilla que están siendo traducidas, así como joyas y una preciosa daga. Son objetos de un período relativamente oscuro de la historia.

    Tengo entendido que también están trabajando en Túnez. Sí, en la restauración de la ciudad de Utica. El proyecto está dirigido por un equipo de Oxford encabezado por Andrew Wilson y Jo Quinn, ambos formidables historiadores antiguos. Estamos excavando la mayor parte de la ciudad, así como tratando de encontrar las paredes del antiguo puerto. Es tremendamente emocionante. Utica fue el puerto principal del norte de África del que salía el grano, el vino y el aceite de oliva para alimentar a Roma. Era una ciudad muy rica, con hermosas villas del siglo I que contienen increíbles mosaicos. El Gobierno de Túnez ha apoyado mucho, aunque estamos esperando que se levante la prohibición de viajar a Gran Bretaña para continuar la misión. Los terribles atentados terroristas en el Museo del Bardo y en la playa han retrasado el trabajo. Personalmente, ante el terrorismo y el estúpido culto a la muerte que propugna ISIS que busca destruir toda civilización, siento que la comunidad académica está en primera línea de esta lucha. La ignorancia sólo puede ser derrotada con la difusión del conocimiento de la historia común entre Europa y Oriente Medio. Esta batalla tenemos que jugarla en todos los terrenos, tanto culturales como militares.

    ¿Tiene algún proyecto arqueológico en España? Aún no, pero en el futuro, espero tenerlo. Su país cuenta con una inmensa e increíble herencia romana desde la época de los emperadores Trajano y Adriano, ¡ambos españoles!

    ¿Qué le empujó a abrir una galería de arqueología? Supongo que es porque me encanta coleccionar y adoro el arte clásico, ¡y aquí se combinan estas dos facetas! Desde mi infancia he estado fascinado por la manera en que buscamos poseer y apreciar obras de arte; tener una galería me permite jugar un papel en el paso de estas valiosas obras de arte de un propietario a otro. Más importante aún, la galería es una oportunidad para ‘agitar’ el mundo de las ‘antigüedades’ y presentar el arte antiguo a un público contemporáneo. Es un espacio cálido y acogedor, un lugar donde estudiantes, académicos, arqueólogos, coleccionistas, entusiastas -cualquier persona con interés en el mundo clásico- pueden encontrarse y tener una experiencia práctica con obras de arte históricas.

    ¿Son las antigüedades una buena inversión? Sin duda, si echamos la vista atrás encontraremos innumerables ejemplos de piezas que, con los años, han conseguido un gran retorno financiero, pero en este sector del mercado del arte, la demanda está impulsada más por los ‘compradores- coleccionistas’ que por los inversores. La mayoría de quienes adquieren antigüedades se sienten impulsados por la pasión – quieren poseer y vivir con estas piezas a largo plazo, no meterlas en la caja fuerte de un banco con la esperanza de ganar dinero. Ciertamente, hay un suministro finito de obras de arte antiguo con procedencia histórica, y lo que ha sido considerado importante durante siglos no es probable que pierda esa consideración. Sería justo decir entonces que las antigüedades tienden a ser un valor bastante estable.

    ¿Están infravaloradas en el mercado actual? Me siento inclinado a decir que sí, particularmente cuando se las compara con otros segmentos del mercado del arte actual; y lo que no temo decir es que, ciertamente, no están sobrevaloradas.

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