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    Las monedas como testigos de la historia

    Acariciar la historia. Eso es lo que nos ofrecen las monedas antiguas, y esa descarga de emoción que se experimenta al sostener uno de estos pequeños tesoros cotidianos explica que lleven coleccionándose más de 2.500 años. El emperador Augusto ya atesoraba ejemplares extranjeros con los que obsequiaba a gobernantes de otras tierras para facilitar los acuerdos comerciales, y en el Renacimiento, el poeta Petrarca fue un notorio coleccionista igual que Lorenzo de Médicis. El primer libro dedicado a la materia, De Asse et Partibus, fue publicado en 1514 por Guillaume Bude, y en él se define el coleccionismo de monedas como “un pasatiempo de reyes”. Hoy es una actividad accesible aunque, como sucede con cualquier antigüedad, la escasez convierta algunos ejemplares en quimeras. Entre las que quitan el sueño a los aficionados estarían el sestercio de Tito, del que han sobrevivido sólo 10, que señala la inauguración del Coliseo; también el denario con los perfiles de Cleopatra y Marco Antonio, que celebraba su (efímera) alianza; igual de legendario es el denario de los Idus de Marzo (sólo existen 100), mandado acuñar por Bruto para recordar el asesinato de Julio César; sin olvidar el 50 Excelentes de los Reyes Católicos, tal vez la moneda europea más valiosa. En la era moderna la estrella absoluta es la Águila Doble de 1933, la “Mona Lisa de las monedas”, vendida por 15,5 millones de euros en Sotheby’s en 2021. Theodore Roosevelt encargó al escultor Augustus Saint-Gaudens esta brillante moneda dorada, con un valor nominal de 20 dólares, que nunca llegó a circular, de ahí su halo mítico. “Las monedas nos hablan del arte, la historia y la economía del mundo”, dice Jesús Vico Belmonte, a quien su padre, el reconocido numismático Jesús Vico, inculcó la pasión por ellas. Socio director de la casa de subastas Jesús Vico S. A, presidente de la Asociación Española de Numismáticos Profesionales y vicepresidente de la International Association of Professional Numismatists, Vico Belmonte nos explica qué aspectos influyen en el valor de una moneda antigua, de qué salud goza el mercado numismático español y cómo combaten las falsificaciones y el intrusismo, las dos grandes amenazas del sector. Además, nos avanza los detalles del gran evento numismático internacional que ha impulsado y que tendrá lugar en Madrid el próximo mes de junio.

    Usted ha crecido entre monedas antiguas. ¿Cuáles fueron sus primeros recuerdos? La numismática ha formado parte de mi vida desde que nací. Mi padre comenzó en este sector con 19 años y en 2021 celebramos sus 50 años como profesional. El numismático no solo lo es de profesión sino que es un amante de la moneda y esa afición termina formando parte de su vida familiar e influye en ella. Recuerdo asistir a ferias y eventos, escuchar hablar todo el tiempo de subastas, de viajes… De pequeño iba a la tienda que teníamos en la calle Lope de Rueda donde tuve mis primeros contactos con monedas y material numismático, lupas, calibres, etc… con los que, como cualquier niño, investigaba y jugaba.

    ¿Cómo se despierta su vocación? He crecido y me he formado con la numismática en casa pero nunca se me intentó “convencer” o “encauzar” hacia esta profesión si no que comenzó a atraerme más intensamente de forma gradual. Durante mi época universitaria empecé a ayudar en alguna convención numismática y, también, en nuestro stand de Feriarte. Quizás ese fue el acercamiento más decisivo. El detonante se produjo en 2009, cuando acompañé a mi padre a un congreso de la Asociación Internacional a Washington y a una feria posterior en Chicago. Al cabo de poco tiempo, durante mi último curso en la universidad, me incorporé a la empresa familiar a jornada parcial.

    ¿Qué hace de una moneda antigua un objeto fascinante? Por un lado, es un documento histórico que nos aporta una información valiosa sobre política, economía, cronología, costumbres, ideología y otros muchos factores de una sociedad en un momento concreto. Es un testigo directo de los acontecimientos que han sucedido a lo largo de los siglos y que ha evolucionado en paralelo a la sociedad. Por eso es una fuente objetiva a la que recurren los investigadores. Al mismo tiempo es un objeto bello desde un punto de vista estético y artístico. La complejidad en la acuñación y su precisión es lo que te atrapa. Un buen sestercio de bronce con una bonita pátina no pasa desapercibido para nadie.

    ¿Cómo se forma un numismático? Como cualquier profesional de otro sector, con trabajo, constancia y dedicación. Yo soy licenciado en Derecho y Administración de Empresas que no tiene nada que ver. Evidentemente, tener una educación jurídica y empresarial es un buen complemento para la gestión de la empresa pero hay que tener una formación en historia y humanística. Y es fundamental ver mucha moneda. Cuando empecé e iba a alguna feria o subasta, mi padre siempre me decía: “tienes que ver las monedas”. Y es que, en tus inicios, las miras pero realmente no las ves. Con el paso del tiempo entiendes la importancia que tiene el haber seguido ese proceso y la información que ahora veo en cada moneda. En tu cabeza se generan miles de fotografías basadas en tu experiencia de cómo es una moneda y cuales son sus características. ¿Las cualidades de un numismático? Hay que tener buen ojo para detectar falsificaciones y poder atribuir a una moneda el estado de conservación que merece con rigor. Y contar con una formación histórica y documental sólida te dará más armas para situar una moneda concreta… [Vanessa García-Osuna. Foto: Alfredo Arias]

     

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