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    Las constelaciones de Silvia Bächli

    El Centro Botín, espectacular edificio de Renzo Piano junto a la bahía de Santander, abrió sus puertas con una muestra de la investigación académica sobre Francisco de Goya; desde entonces, siguiendo con el compromiso de la Fundación Botín con la práctica del dibujo, las exposiciones se han ido aproximando a contextos contemporáneos con Manolo Millares, Julie Mehretu, Juan Muñoz y ahora con Silvia Bächli (Baden, Suiza, 1956), que acaba de inaugurar Partitura, comisariada por Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones y de la colección del Centro Botín.

    A lo largo de su trayectoria, el dibujo de Silvia Bächli ha pasado por un proceso de depuración, conceptualmente abstracto. “Al principio, dibujaba lo que veía, si quería dibujar dos personas sentadas en una mesa, dibujaba las personas, la mesa y las sillas; luego me fui centrando en el dibujo de las manos y después en el de los dedos para representarlas”, explica. Así nació una simplificación de los objetos que la llevó a la representación de la idea de lo que veía, básicamente con líneas, como podemos ver en esta muestra. Desde finales de la década de 1970, Bächli se ha dedicado al dibujo como práctica que depende y se entrelaza profundamente con su cuerpo y sus movimientos, tanto en la esfera doméstica como en el paisaje. Sus dibujos pueden interpretarse como rastros de registros sensoriales —un paseo por el campo, un cuerpo que siente dolor, un poema provocador— y gestos corporales —la extensión del brazo, la fuerza de la mano o el ritmo de la pincelada—. En palabras de la propia artista, “Los dibujos son acciones. Las líneas narran historias. ¿Qué hacen estas líneas? ¿Dónde empieza una línea? ¿Toca otra línea? Aparecen las palabras, ¿cuáles vienen a la lengua?”. Estas preguntas nos invitan a pensar en las reflexiones de Kandinsky sobre el punto y la línea: “el punto geométrico encuentra su forma material en la escritura: pertenece al lenguaje y significa silencio”. Las líneas de Bächli, que surgen del movimiento del punto, saltan de lo estático a lo dinámico, como diría Kandinsky. Evocan movimiento, proceso, silencio y lenguaje. “Yo soy la compositora y vosotros sois los intérpretes”, dice, añadiendo: “diseño las exposiciones como voces que se expanden por la sala, en las que cada dibujo es una nota”, de ahí el título de la exposición: Partitura. “Cada línea es un sonido, un tipo de música distinta”, explica. Bächli trabaja con medios modestos y limitantes: papel blanco de diferentes tamaños, cualidades y tonos sobre el que aplica tinta china, carboncillo, gouache o pastel. Su proceso es secuencial: dibuja en hojas de una pila, una tras otra, y va disponiendo constelaciones de obras en la pared de su estudio que son consecutivamente reorganizadas y rechazadas, hasta que descubre algo que le parece adecuado y sorprendente. Bächli admite que destruye muchos de sus dibujos; es inevitable dada su forma de trabajar. La muestra incluye la obra Das (pronombre en alemán que significa “eso” o “esto”), la instalación que presentó en el Pabellón Suizo de la 53a Bienal de Venecia de 2009, inspirada en Inger Christensen, una de las grandes poetas europeas del siglo XX, cuya poesía fue concebida para distorsionar el lenguaje jugando con palabras y números junto con la secuencia matemática de Fibonacci. Tras una residencia de cuatro meses en Islandia, los fragmentados y evocadores dibujos y fotografías de Bächli que resultaron de esa estancia sugieren una visión fílmica de sus percepciones del paisaje. En la luminosa sala que da a la bahía se expone una instalación mural, To have a shelf life (2017 – 2024), realizada en colaboración con el artista Eric Hattan, en la que se utilizan estanterías blancas recuperadas pintadas con una línea horizontal negra, dispuestas como un rompecabezas en el espacio cubriendo las paredes. Con sus estructuras rítmicas, recuerdan partituras musicales. Son estanterías encontradas por las calles de Basilea; rescatadas de la basura, algunas de ellas con los cantos desconchados, han perdido ya su color blanco, con lo que hablan del paso del tiempo. Cada tabla tiene una raya negra horizontal, el recorrido más primario de la línea; unas son de trazo más enérgico; otras, más débil, y en cada una de las tablas la línea tiene un principio y un final, como una metáfora de la línea de la vida. [Marga Perera. Foto: Belén de Benito] Hasta el 20 de octubre. Centro Botín. Santander. www.centrobotin.org

    Silvia Bächli con Lange rote Linien al fondo
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