Su vida es una historia de amor con el dibujo. Diseñador gráfico, ilustrador, diseñador de muebles, cineasta, pintor, escultor, ceramista… Javier Mariscal (Valencia, 1950) empezó publicando su primera tira de cómic a mediados de 1970 en varios fanzines de la época. En 1989 fundó el Estudio Mariscal, un espacio multidisciplinar en una antigua fábrica de Barcelona, la ciudad que había elegido para vivir. Su popularidad fue por uno de sus diseños más conocidos, Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Premio Nacional de Diseño en 1999, en 2006 se convirtió en miembro honorario de la Royal Design Industry. Su obra está representada en colecciones tan prestigiosas como las del MoMA de Nueva York, el Centro Pompidou de París, el Museo Victoria & Albert de Londres, el IVAM de Valencia o el MACBA de Barcelona, entre otros muchos. En 2008, junto con su amigo Fernando Trueba, dirigieron la película de animación Chico y Rita, por la que fueron nominados a los Óscar. Este mes su exitoso tándem regresa a la gran pantalla con Dispararon al pianista, un emotivo homenaje a Tenório Junior, un pianista cuya prometedora carrera se vio truncada por los injustos azares del destino en uno de los capítulos más oscuros de la historia latinoamericana.
Usted ha hecho desde ilustración gráfica a mobiliario, escultura, cerámica, cine… ¿Qué le ha llevado a esta expansión en sus expresiones creativas? La verdad es que no me hago este tipo de preguntas, pero las entrevistas te obligan a reflexionar y así no hace falta pagar a un psiquiatra. Voy por la vida bastante directo, como cuando vas con la moto y ves que el semáforo está naranja aceleras y sigues. Recuerdo que cuando iba al colegio y nos decían «hay que reflexionar», yo me dormía. Tengo amigos, buenos pintores y diseñadores, que dicen que hay que reflexionar cuando acabas un trabajo. Quizás todo viene de cuando yo tenía 50 años y mi hija se fue a estudiar a Londres y le dijeron que era disléxica. Y pensé «¿y eso qué es?». Me cambió la vida y me dije «ahora ya lo sé». Yo nací muy disléxico con problemas de lectura, de escritura, de organización, fue una dislexia muy grande la mía. Y también de números, hasta el punto que nunca he aprendido a sumar ni a restar, y me genera mucho estrés que me digan el día 28 a las 14:50, o cuánto vale una cosa; ahora, pagar con tarjeta es muy fácil y ni te das cuenta de lo que estás pagando. Toda mi vida he tenido ese punto y te fijas en qué cosas te cuestan mucho que los demás hacen con una facilidad asombrosa y piensas siempre que eres tonto, tratas de disimular para que no se note, trabucas las palabras, no hablas bien. Tengo grandes amigos, entre ellos Fernando Trueba, que es el ejemplo de todo lo contrario, su cerebro es como las estanterías de Ikea, donde encaja todo; se acuerda de los nombres y apellidos de cualquier persona o el título de una novela con gran naturalidad; yo he llegado a una fiesta sin recordar los nombres de nadie, disimulando, y deben pensar «bueno, este es tonto».
Aun así, usted ha logrado grandes éxitos Siempre he tenido que organizarme todo por materias. Creo que el pensamiento técnico, las matemáticas, la gramática y el lenguaje nos han ayudado muchísimo a evolucionar y a progresar. Si pensamos en cuando éramos niños, no existían ni la riqueza ni la limpieza de ahora; explicaba Bob Dylan que en su infancia, los niños ricos de su pueblo se ponían cinco jerseys y aun así pasaban frío, y hoy en día un niño pobre va al supermercado y por 10 dólares se compra una chaqueta con una tecnología que hace que no pase frío. ¿Qué ha pasado?. Pues que ha habido una evolución y se ha investigado en nuevas fibras, se hacen millones de chaquetas y se pueden vender a 10 dólares. No nos damos cuenta, pero a nivel científico estamos en el mejor momento de la humanidad, igualmente en lo ético, todas las luchas por los derechos humanos de las feministas, los sindicalistas y los científicos lo han conseguido. Donde estamos ahora mismo, que es una antigua fábrica, aquí trabajaban niños de 12 años, hace 50 ó 70 años, con mucho calor o mucho frío y malos olores, y hoy están en la escuela. Los derechos no han caído del cielo, sino que ha sido una lucha constante, como la de las mujeres que han peleado por poder votar, ser médicos, científicos… Mi nieta, que tiene 5 años, dice que es dueña de su cuerpo, y que ella tenga ya este concepto a mí me llena de satisfacción. También he tenido la suerte de haber vivido de pequeño lo que era segar, igual que los romanos, cortar el trigo a mano, llevarlo al carro, trillar con mulas y luego aventar y sacar el grano, y al cabo de diez años aparece una máquina que lo hace todo. ¡Y todo esto a propósito del porqué empecé con el dibujo! [risas]
Y empezó con el dibujo No sé por qué. Creo que, como tenía muchos hermanos y a todos les gustaba mucho leer y a mí me costaba, yo era el rarito, dibujaba y me agarré a eso. El primer encargo fue diseñar un bar de un conocido; le dije que nunca había diseñado uno y él me dijo que había visto unos dibujos maravillosos míos y quería que yo se lo hiciera. Es verdad que, al ser disléxico, tengo facilidad de saber diseñar un espacio. No sé mucho de escritura pero sí sé de otras cosas Y a partir de ahí, siempre jugando, siempre dejando que las cosas salgan, te van pidiendo cosas y te vas introduciendo. Me gusta tirarme a un precipicio sin saber qué hay abajo; me entusiama la innovación, el riesgo, por eso me gustó tanto cómo planteó Pasqual Maragall las Olimpiadas de Barcelona, vamos a cambiar, vamos a inventar. Creo también que todos somos hijos de personas que han decidido ir al otro valle para buscar y encontrar un sistema mejor para hacer fuego, para hacer cerámica y para organizarse. Como profesional de la imagen o del lenguaje gráfico, siempre he estirado el lenguaje y durante mucho tiempo me habían insultado, hasta que a finales de los 90 apareció la palabra multidisciplinar; me decían «cómo te atreves a meterte a hacer algo de arquitectura, eso lo hacen los arquitectos». Siempre he buscado arquitectos y gente muy especializada, como constructores, herreros, así como profesionales de diseño, de lo que sea, o gente que sepa mucho de tipografía, de ingeniería, según el encargo. Lo planteas y luego te ayudas de especialistas; los disléxicos sabemos perfectamente que hemos nacido cojos, mancos o bastante sordos de un oído y necesitamos de otros brazos y otras piernas para poder caminar, y siempre me ha ido muy bien. Creo que el secreto de nuestra especie, precisamente, es colaborar; eso hace funcionar el mundo….[Marga Perera. Foto: Maria Dias]