El Museo Thyssen-Bornemisza rastrea los pasos de los artistas que, en el siglo XIX, se adentraron en los territorios del Oeste norteamericano, asumiendo el reto de mostrar sus paisajes, desconocidos y exóticos, y de representar las formas de vida de los indios americanos que desaparecían ante sus ojos por efecto de la colonización. “El Lejano Oeste norteamericano ha sido siempre un territorio mítico en el que la leyenda ha precedido a la realidad –explica el artista Miguel Ángel Blanco, comisario de la muestra- Las primeras expediciones españolas, desde México y Florida, iban en busca de la fuente de la eterna juventud o de quiméricas riquezas, y la expansión hacia el Oeste de las colonias británicas, antes y después de su independencia, fue espoleada por relatos que describían tierras paradisíacas y aventuras extraordinarias, junto con una idea mesiánica que otorgaba al pueblo estadounidense un destino manifiesto. Esos sueños tuvieron efectos perversos. A lo largo de cinco siglos se produjo una profunda y dramática transformación cultural que acabó con muchas de las tribus indias y que redujo a las reservas a los que sobrevivieron. El paisaje fue sometido a mutaciones radicales, a través de las actividades agrícolas y ganaderas de los colonos y de la fundación de pueblos y ciudades, y la fauna sufrió la depredación de cazadores y tramperos. En el Oeste se produjo una violenta colisión de paraísos. La tierra trascendental de los indios, atravesada por los espíritus, era incompatible con la tierra prometida de los blancos. La guerra, la enfermedad y el hambre destruyeron una forma de vida. Pero no se consiguió borrar la imagen del Oeste como edén en el que el nativo americano había vivido en armonía con la naturaleza.” [Imagen: Un oasis en las Badlands, 1905. Foto: Edward S. Curtis]