Julia Margaret Cameron fue uno de los nombres más relevantes de la fotografía del siglo XIX. Conocida por la intensidad de sus retratos, hizo posar como modelos a sus familiares, sirvientes y amigos, entre los que se encontraban los más importantes poetas, escritores y artistas británicos de su tiempo. Sus fotografías rompían con las reglas establecidas: estaban deliberadamente desenfocadas y a menudo incluían imperfecciones, arañazos, manchas y otros rastros del proceso creativo. Cameron comenzó su carrera fotográfica a los 48 años, cuando su hija y su yerno le regalaron una cámara para luchar contra el tedio de su día a día en Freshwater, un pequeño pueblo de la Isla de Wight. A partir de este momento se volcó por completo en la fotografía con una energía y dedicación inagotables. Un centenar de imágenes hilvanan esta retrospectiva que reivindica a Cameron como defensora de la fotografía como arte: “Aspiro a ennoblecer la fotografía, a darle el tenor y los usos propios de las Bellas Artes, combinando lo real y lo ideal, sin que la devoción por la poesía y la belleza sacrifique en nada la verdad”. [Julia Margaret Cameron, Julia Jackson, 1867 ©Victoria and Albert Museum, London]