Nunca imagino que llegaría a ser director de la Fundació Joan Miró, pero su tesis doctoral, Arte y propaganda: la batalla por los bienes culturales en la Guerra Civil Española (1999), le fue vinculando a la figura del maestro catalán, cuya biografia personal y creativa destacaron por su coherencia entre la poética y el compromiso político. Actualmente, Marko Daniel (Aquisgrán, 1964), dirige la institución barcelonesa desde 2018. Inicialmente, uno de sus principales retos fue cómo honrar la brillante trayectoria de la Fundación hasta su llegada para estar en las mejores condiciones de encarar su 50 aniversario [junio 2025-junio 2026] así como el centenario de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, cuando se creó el Parque de Montjuïc y donde tiene su sede la Fundació Joan Miró, en un vanguardista edificio diseñado por su amigo Josep Lluís Sert.
Usted fue comisario y jefe de programas públicos de la Tate Modern y la Tate Britain Fue una etapa muy interesante porque hasta entonces me había dedicado al ámbito académico; había sido profesor de Historia del Arte en Gran Bretaña y en Taiwán, donde puse en marcha una Escuela de Arte en la universidad con el primer proyecto interdisciplinar de máster de investigación y doctorado, pero llegó el momento en que, al estar tan enfocado a la docencia, estaba perdiendo el contacto con el arte y me fui a la Tate, allí fui director de programación pública de la Tate Modern y la Tate Britain. Esto me dio la oportunidad de relacionar la colección con artistas jóvenes y de ver el mundo del arte desde un museo y centro de investigación con una mirada puesta en que el visitante pudiera entender y disfrutar de la experiencia artística.
¿Cuáles han sido los grandes cambios que ha visto? Hace años, cuando yo empezaba a ir a los museos, no había nadie, estaban vacíos; eran lugares donde era fácil aislarse del mundo porque había un silencio total; en Londres ibas al British Museum, a la National Gallery o a la Tate y te presentaban la historia del arte según el discurso oficial, muy concreto, pero único. Yo pensaba que las obras poseían una riqueza mucho mayor. Creo que, ahora, a las puertas del 50 aniversario de la Fundació Miró, hemos asistido a una apertura de los museos, que piensan en que personas muy diferentes comprendan la relevancia que el arte puede llegar a tener en nuestras vidas; creo que esta es la clave, que una exposición no sirva solo para contar un relato, sino que también abra los ojos de los espectadores a otras maneras de interpretar la complejidad del mundo. A través del arte, los artistas nos permiten ver con los ojos de otro.
¿Cómo llegó Miró a su vida? Comisarié una exposición, Arte y Poder, que se organizó en Londres, luego vino al CCCB de Barcelona, y después al Deutsches Historisches Museum de Berlín. Ponía el foco en la Europa de las dictaduras entre 1930 y 1945, con una investigación muy rigorosa detrás. Yo participé en lo referente a España, cuando estaba trabajando en mi tesis doctoral sobre el papel cultural en la guerra civil española, y me encargué del Pabellón de la República de la Exposición Internacional de París de 1937. Esto me puso en contacto muy directo con Barcelona, con la obra de Miró, con el Pabellón de la República, con Sert y con el contexto cultural de las vanguardias catalanas y españolas y su proyección internacional. En mi tesis me concentré mucho en un punto histórico incluyendo ángulos diversos; era importante lo que decían Miró, Picasso o Josep Renau, que en aquel momento no solo era un gran artista del fotomontaje sino también oficial de la administración republicana, o los representantes de la Iglesia anglicana, que visitaban Barcelona para saber qué estaba pasando con el patrimonio cultural histórico, o el Partido Laborista británico, que hacía campaña para recaudar dinero en apoyo de la República. Esta pluralidad de perspectivas me ayudó a comprender lo compleja que es la relación del arte y la cultura con nuestras vidas.
Y siguió comisariando exposiciones de Miró En 2011, la muestra Joan Miró. La escalera de la evasión trataba de la relación de Miró con el mundo geopolítico y social y todos los momentos clave de su vida y de su creación artística. Fue un proyecto comisariado con Matthew Gale, de cuando yo ya estaba en la Tate, que vino a la Fundació Miró y llegó a la National Gallery de Washington; se explicaba qué hizo Miró en la guerra civil, cómo se condujo durante la dictadura y cuál fue su aportación durante la transición democrática. Esto demuestra que, por abstracto que fuera Miró, su relación con el arte siempre mantenía una conexión vital y directa con la realidad. Desde ahí se podría llegar al último proyecto que he comisariado aquí: Miró, el legado más íntimo, un tema del cual no se había hablado mucho, que era la relación del artista con su familia, su mujer, su hija, sus nietos y cómo la Fundación es el gran el gran proyecto del final de su vida compartido con su esposa, Pilar Juncosa… [Marga Perera. Foto: Maria Dias. Marko Daniel, director de la Fundació Joan Miró, posa en la sala de juntas de la Fundació Joan Miró]