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    Joan Fontcuberta, de la alquimia al algoritmo

    Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), uno de los fotógrafos más reconocidos del panorama internacional, acaba de publicar Desbordar el espejo. La fotografía, de la alquimia al algoritmo, un libro en el que comparte su constante investigación como fotógrafo y habla de la actual revolución visual de la imagen tras la irrupción de la Inteligencia Artificial, tecnología que ha utilizado en las obras que presenta en la muestra Florilegium en el Museo Universidad de Navarra. Con su obra, conceptual y lúdica, Fontcuberta plantea los límites entre imagen y verdad o entre ciencia y ficción. Es el único español galardonado con el Premio Hasselblad (2013), considerado el Nobel de la fotografía.

    ¿Cómo se inició en la fotografía? De pequeño me interesaba la imagen y coleccionaba fotos. Iba al mercado de Sant Antoni de Barcelona y compraba revistas ilustradas antiguas, las recortaba, construía historias y hacía como libros con ellas. Y entonces empecé a prestar atención al papel de la fotografía como documento. Tenía unos 11 años y leía tebeos como Hazañas Bélicas, y sentía el impulso de verificar si las aventuras que narraban tenían una base real. Para eso empecé a comprar libros y revistas de la Segunda Guerra Mundial. Este fue uno de los caminos que me llevaron a interesarme por la imagen; el otro fue que, en el bachillerato, el profesor de Arte, que era poeta, Francesc Garriga, también era aficionado a la fotografía y montó un laboratorio en el colegio para que pudiéramos ilustrar los trabajos escolares con nuestras propias fotos. Cuando entré por primera vez en el cuarto oscuro y vi aparecer una imagen en un papel blanco, me pareció magia. Yo tenía unos 14 años y tuve muy claro que quería dedicarme a este tipo de alquimia. Empecé a practicar por mi cuenta pues por entonces no había escuelas. Más tarde estudié Ciencias de la Información mientras compaginaba la fotografía de forma autodidacta.

    Al principio, de la fotografía se pensaba que era el registro de la realidad, ¿qué ha pasado? Cuando empecé a dedicarme a la fotografía, entrados los años 70, la fotografía vivía el auge de la noción de evidencia documental y el fotoperiodismo era su núcleo duro. Las Documentas 5 y 6, en 1972 y 1975, con Klaus Honnef en el equipo curatorial, dedicaron una parte muy significativa de sus programas a la fotografía documental. Yo entendía que esta idea de documento era discutible porque todo acto de creación humana implica una gran subjetividad. Me parecía contradictorio relegar la fotografía a un simple reflejo de la realidad sin tener en cuenta que detrás de cualquier imagen hay toda una cadena de interpretaciones. Además, empecé a trabajar en publicidad, donde la imagen es seductora, quiere fascinar y se basa en una serie de mecanismos de construcción visual para conseguir determinados efectos en el espectador. Aprovechando mi experiencia como fabricante de imágenes, quise convertir mi trabajo artístico en una pedagogía que explicase los elementos sobre los cuales fundamentábamos las convenciones de que la fotografía era básicamente una transcripción literal de la realidad. Dado que la fotografía se nos imponía como autoridad testimonial, me propuse provocar situaciones en las que el espectador descubriese por sí mismo su carácter ilusorio.

    ¿Qué es para usted la fotografía y qué es la mirada fotográfica? Cuanta más experiencia acumulo, menos lo sé porque la fotografía es un concepto inabarcable. Más o menos sabemos qué es una fotografía, pero las definiciones dependen de muchos criterios y no siempre en concordancia; los puede haber técnicos, epistemológicos, semióticos, estéticos. Una pintura de Antonio López, que está hecha a mano, puede parecer más fotográfica que una foto borrosa de Robert Capa porque, por tradición cultural, asociamos la fotografía con el realismo, con la figuración, con el detalle y con la exactitud. Para responder a la pregunta de qué es la fotografía deberíamos antes acordar bajo qué criterio vamos a hablar, si privilegiamos lo funcional de para qué sirve o si priorizamos la cuestión del procedimiento, como la luz, la perspectiva… O sea, que en función del camino que tomemos, la fotografía es una cosa u otra.

    ¿Y qué es lo que le interesa especialmente a usted? Que la fotografía representa una cultura de visión y que la mirada del fotógrafo constituye un pensamiento visual de la realidad. Este entronque tiene que ver con la exposición en el Museo de la Universidad de Navarra en Pamplona. La fotografía recibe la herencia de la Ilustración en el Siglo de las Luces de una voluntad de obtener registros gráficos de las cosas con la máxima fidelidad. En el siglo XVIII, cuando se emprendían expediciones científicas, geográficas, botánicas o zoológicas, los naturalistas se hacían acompañar de pintores o ilustradores, cuya tarea era dejar constancia gráfica de sus hallazgos anticipando una mirada prefotográfica, documental y archivística, muy rigurosa y fiel, de todo cuanto veían. Estoy convencido de que muchos de aquellos artistas soñaban con un tipo de técnica que supliera sus lentas competencias manuales porque tenían que trabajar muy rápido y la prisa nunca es buena compañera del rigor y la precisión. Como técnica todavía no, pero como concepto ya existía la fotografía en la mentalidad de aquellos dibujantes científicos; luego llegó la Revolución Industrial que introdujo la obsesión de archivo y de memoria en paralelo a la cultura tecnocientífica del siglo XIX. La fotografía recogió todos estos valores convirtiendo el acto de imagen en una experiencia esencial porque podía observar el mundo mucho mejor que el limitado ojo humano, y permitirnos recordar sus detalles superando a nuestra memoria, que tiene también un techo… [Marga Perera. Foto: Maria Dias]

     

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