La dimensión y la profundidad de la crisis que nos rodea es tan honda que necesitaremos tiempo para adquirir consciencia de su alcance y consecuencias. Los afortunados que todavía no hemos sido víctimas del contagio poco más podemos hacer que solidarizarnos y atender a los que más sufren, cuidar a las personas que tenemos cerca, entretener y calmar a las que están lejos, sobrellevar el confinamiento y minimizar en lo posible las consecuencias que esta situación está repercutiendo en nuestro empleo. Todos los sectores están expuestos a esta crisis. Sin embargo, unos lo sufrirán más que otros y estos lo superarán antes que aquellos. La maquinaria que sostiene el equilibrio del ecosistema cultural es lenta y pesada. No va a ser fácil ponerla en marcha después de este parón de emergencia y solo, al final de ese proceso de recuperación, se empezará a acudir al teatro, a conciertos, a comprar libros, a los museos, a las galerías de arte…
No es fácil calcular el daño que esta situación va a causar en los artistas, sus distribuidores y aquellos que de alguna manera viven en ese entorno profesional. En España, el tejido cultural es fino (a veces traslúcido) y delicado. Nuestra historia, la educación y la falta de iniciativas de los gobiernos sucesivos no contribuye a que la sociedad dé importancia a la cultura. Por lo menos, a aquella que exige cierto esfuerzo intelectual. La diferencia entre los que producen cultura y los que la consumen es tal que solo unos cuantos pueden vivir de sus creaciones. Una de las consecuencias de esta crisis será que en un futuro no muy lejano habrá menos poesía, pintura o libros que iluminen nuestro conocimiento sobre esta u otra época. ¿Cómo valoramos aquello que no se va a crear?
No es sencillo expresar y explicar a la sociedad y a los gobernantes por qué tenemos que proteger el sector cultural de manera directa y específica. Por qué hacerlo en paralelo a los sectores más desfavorecidos y que deben ser prioritarios aunque la ayuda y la intervención que se solicite sea la indispensable para la supervivencia del sector. Quizás las respuestas a estas preguntas haya que responderlas desde la propia cultura o, mejor, explicarlas en función de su concepción y consideración. Hay personas y personalidades en puestos de responsabilidad que no asumen la libertad y la independencia del artista frente al poder establecido. Otros que creen que la cultura se auto regenera desde su misma especificidad, por muy liviana que sea. Hay también, quien piensa, que la cultura es, socialmente, elitista, y que está al servicio de una minoría privilegiada. Y después está el mercado y su relación con la cultura. ¿Cómo valoramos aquello que se va a crear?
Las galerías son arte y parte en este ecosistema. Nuestros espacios también están cerrados y dedicamos mucho tiempo a pensar cómo será el mundo cuando finalice este confinamiento. Hay galeristas que piensan que es otra crisis más y que saldremos adelante como hemos salido siempre. Que tenemos poca memoria y volveremos a las andadas. Otros opinan que después de haber vivido este tiempo nada volverá a ser lo mismo. Todos esperan volver a abrir las puertas de sus galerías. Recoger las obras de arte del estudio de los artistas. Inaugurar o reabrir las exposiciones. Esperar a que vuelva el público, los amigos, los coleccionistas. Vender la primera obra. ¿Cómo valoramos, en este tiempo, vivir rodeados de cultura?
Manuel Fernández-Braso
Presidente de la Asociación Arte_Madrid