Jannis Kounellis (1936-2017) acaba de dejarnos. Nació en El Pireo pero, desde los 20 años, Roma fue la ciudad donde se formó como artista y la que le ha visto partir. Fue uno de los protagonistas del arte povera italiano en los años 60, un arte matérico creado a partir de materiales nada convencionales, con un potente discurso social. La fuerza de su obra –poética, misteriosa y en constante metamorfosis– le han convertido en uno de los artistas más potentes, atractivos e influyentes del arte contemporáneo. Culto y sobrio, Kounellis nos ha deleitado, a lo largo de su vida, con una personalidad fascinante que ha sabido transmitir en una obra profundamente humanista con sus constantes preocupaciones, como la fragmentación del mundo en que vivimos y el gran deseo del hombre de tener un centro, “esto se busca desesperadamente, pero sólo se está detrás del ángulo”. Sus característicos fardos negros “no son un hipotético coro trágico, sino el equipaje para un viaje que no encuentra el final”. Convencido de que lo que “lo que cuenta en la modernidad es la valoración del peso que tiene la libertad”, cree que “se necesita desear la libertad y reencontrar la perspectiva que ofrece. Pero todo es en torno a las perspectivas de la libertad liberada, no la libertad libre, sino la liberada, que es distinto, porque para mí es liberada por el esfuerzo. Quizás para los poetas surrealistas era la libertad libre, para mí es la libertad liberada”. [Los textos entre comillas pertenecen a fragmentos de una entrevista de Marga Perera a Kounellis para Tendencias del Mercado del Arte durante su exposición en la Galería Carles Taché de Barcelona en marzo de 2008] [Foto: Cortesía Galleria Fumagalli]
