La abstracción gestual de Manuel Gracia (Madrid, 1964) es la culminación de un viaje que le ha llevado a cartografiar los límites de la representación y la naturaleza de la percepción. Estas composiciones magmáticas, acuosas, abismales, son el resultado de minuciosas capas de óleo y lacas aplicadas sin pinceles ni brochas, que simbolizan la eterna lucha entre los contrarios, la pugna entre el orden y el caos. Como si fuera un alquimista Gracia consigue someter la anarquía de los fluidos trazando líneas que contienen la exaltación de la pintura líquida (empleando tiralíneas y compases fabricados por él mismo) en un proceso en el que juega también con los secados y las diferentes temperaturas. Aunque aparentemente aleatorios cada detalle de la composición ha sido cuidadosamente meditado, incluso las simetrías obedecen a un plan deliberadamente pensado. Para estructurar estos paisajes telúricos, imbuidos de serenidad y también ardor, se sirve de la planitud y la profundidad, además de un vigoroso sentido del diseño que mantiene los contrastes en equilibrio.
El universo primigenio de Manuel Gracia mantiene un tenso equilibrio entre la expresión desenfrenada y la precisión compositiva. Detrás de este ‘azar controlado’, que aúna un dramatismo explosivo con movimientos fluidos y serenos, hay una inmensa concentración, una precisa observación de los vertidos de la materia plástica y una serie de decisiones intuitivas. En las últimas semanas, el artista ha expuesto en la galería Orfila, ha sido seleccionado para el Premio Reina Sofía de Pintura, y hasta el 16 de abril, exhibe una selección de obras de su serie Logos en el Museo de la Ciudad de Móstoles. www.manuelgraciaarte.com