Fue el poeta nicaragüense Rubén Darío quién en sus Cantos de vida y esperanza se definió como “muy antiguo / y muy moderno, audaz, cosmopolita”, y en esa rica aleación de tradición y vanguardia se ha forjado Secundino Hernández (Madrid, 1975). Su universo plástico conjuga representación y abstracción, línea y color, minimalismo y gestualidad, y en él han dejado su poso, desde El Greco a Giacometti, de Velázquez a Picabia, unas fuentes que reflejan el sólido conocimiento de la historia del arte que tiene Hernández, que asegura “aunque vivamos en un mundo globalizado siento que mis raíces están en la pintura tradicional española”. A pesar del coronavirus, el ritmo en su estudio de Coslada no decae. En el horizonte próximo se vislumbra su cuarta individual en la galería Bärbel Grässlin de Frankfurt y un proyecto especial para ARCOLisboa que presentará en el stand de Heinrich Ehrhardt. Además, el Museo Meadows de Dallas (“el pequeño Prado de Texas”) acaba de anunciar la incorporación de dos cuadros del artista madrileño a sus fondos. [Vanessa García-Osuna. Foto: Rafael Trapiello]
