Matías Quetglas, habitar el silencio

Cuando era niño, en Menorca, le gustaba pasear en bicicleta por los caminos al borde del mar, y acudía con frecuencia a los campos sembrados de ruinas megalíticas. En ese paisaje remoto, salpicado de rocas enormes, se imaginaba cómo habría sido la vida de aquellos hombres ancestrales que un día lo habitaron. Matías Quetglas (Ciudadela, Menorca 1946) sensible y razonador, deja que sus personajes caminen solos una vez ha conseguido hacerlos crecer dentro del cuadro. En su obra hay cálida mediterraneidad y locura idealista, ambas afianzadas sin miedo en la solidez del cuerpo humano. Una realidad felizmente vulnerada por el color de los sueños que nace y renace a partir de formas esenciales, de líneas continuas, danzantes e infinitas.