Si somos lo que vestimos, la ropa es nuestra segunda piel. Sobre esa premisa construyó Adolfo Domínguez (Orense, 1950) su eslogan “la arruga es bella”. La carrera del modisto gallego ha sido una sucesión vertiginosa de hitos desde que, a finales de los años 70, tomara el relevo de la sastrería que regentaba su padre. A pesar de gestionar una firma presente en medio centenar de países y con más de 700 puntos de venta, su mundo no se limita a la moda sino que se extiende también a la gran pantalla –se declara cinéfilo empedernido- a la literatura – es autor de una novela, Juan Griego– y, por supuesto, al arte. El arrebato luminoso de Barceló, la genialidad de Fidias o la belleza hipnótica de Vermeer dejaron huella en la memoria visual del prestigioso diseñador.
