Hace quinientos años, en una pequeña villa holandesa, tuvo lugar una revolución en el arte sacro. Comisionado para crear retablos cuyas narrativas siempre habían sido bíblicas y pobladas por vírgenes, querubines y santos, un pintor produjo trípticos monumentales recreando los desconocidos, temidos y anhelados reinos del cielo y el infierno. A su muerte, era un intelectual respetado y próspero y un artista que había latinizado su nombre y firmaba sus pinturas con un alias que reafirmaba su identificación con la ciudad que le vio nacer y morir. El 31 de mayo el Museo del Prado y la Fundación BBVA presentan la más importante exposición celebrada jamás sobre el Bosco para conmemorar el V centenario de su muerte: El Bosco. La exposición del centenario.