Es autor de una amplia producción pictórica de personal enfoque figurativo. Hoy Dis Berlin, Mariano Carrera (Ciria, Soria, 1959), se encuentra en la cima de su trayectoria creativa, respaldada por críticos y coleccionistas que siguen de cerca la evolución de este original artista español. Dis Berlin pinta universos de intensidad psicológica, donde los objetos comunes tienen nombre y al mismo tiempo parecen diseñados para sugerir ámbitos de improbable quietud y extraño silencio. Los cuadros que conforman esta bella exposición en la galería Guillermo de Osma, reflejan el valor de una pintura destilada, filtrada por distintos tamices y progresivamente enriquecida en su soliloquio. Baladas de un Solitario nos invita a conocer el último viaje imaginario de este creador de “relatos inacabados”. Destino reciente de unos pinceles cuya extraordinaria fecundidad continúa brindándonos mágicos lugares de ensoñación. Amalia García Rubí
Es fundamentalmente un artista de caballete y óleo que maneja los útiles de pintor para hacer una figuración nada académica o tradicional ¿Cómo definiría su manera de abordar la pintura? Mi pintura exige un método de trabajo complejo y laborioso, de construcción muy pensada. En mi obra no hay nada espontáneo, todo está meditado, tanto el contenido del cuadro como la técnica empleada, basada en un proceso de ejecución lento y esmerado, a base de capas extremadamente finas. La calidad pictórica debe sostener un “armazón interno” que no esté supeditado al tiempo presente, que sea en la medida de lo posible, atemporal.
Su última exposición en Guillermo de Osma tuvo lugar en 2003 con la obra Laboratorio de misterios. La actual muestra, Baladas de un Solitario ¿hace referencia a un trabajo autobiográfico? Sí, esta obra tiene bastante de vivencia personal. A diferencia de otras exposiciones de argumento más unitario, los nuevos cuadros cuentan historias independientes, aunque todos comparten un común denominador basado en la melancolía a la que te aboca el aislamiento consciente y maduro.
Estos cuadros últimos responden a formatos medios y pequeños, algo muy distinto a lo que ocurría en trabajos anteriores de gran tamaño como los de su gran proyecto concluido el pasado año, Homo Sapiens... No suelo tener preferencia por un formato determinado, salvo la que impone el propio tema. Elijo formatos concretos para contenidos plasmados en imágenes muy concentradas. En el caso de mi obra reciente, cada escena se desarrolla en un único ámbito, un espacio no necesariamente existente pero sí fácilmente reconocible. No sigo la inercia “moderna” de agrandar o hinchar la pintura en función de las medidas del soporte; es el tamaño el que se debe amoldar a las necesidades internas de la obra y no a la inversa.
El color ocupa un lugar predominante en toda su producción ¿Cómo ha evolucionado su significado dentro del cuadro? A mediados de los 80 mi paleta y modo de pintar dio un giro importante. Empiezo entonces a emplear tonos mucho más encendidos, aplicados en contrastes fuertes pero sencillos. Poco a poco aquellos colores han derivado en otros nuevos con una mayor complejidad expresiva, más profunda y suntuosa. Son colores mentales, que no se hallan en la naturaleza, nacen de la pura invención.
Tanto las gradaciones cromáticas como el equilibrio compositivo mantienen en su obra actual una armonía de contrastes y concordancias de estética no expresionista ¿es así? Yo no tengo nada de expresionista, desde luego. No me interesa en absoluto lo gestual ni la actitud atormentada o descreída del expresionismo. En mi juventud me influyeron bastante los fauvistas y pintores líricos de principios del XX, Marc, Klee o Kandinsky, los cuales no son en esencia expresionistas. El impacto del color me atrae como vehículo de emociones más sutil, menos obvio, pero se debe adaptar al tema concreto de cada cuadro. En el color hay tantos miles de matices que es para mí un campo de investigación infinito en el que no acabo nunca de sorprenderme.
Sin embargo, no persigue la plástica formalista como fin en sí mismo… No, claro que no. En un cuadro tiene que haber una cierta intención, algo más allá de lo puramente material, porque en el fondo, lo que persigo, es que se convierta en un fragmento de espiritualidad, que hable de cosas intangibles pertenecientes al registro del alma antes que al de la intelectualidad.
Aunque se aleja radicalmente del naturalismo, no renuncia a los matices lumínicos y ambientales; en sus pinturas hay temperatura, aire, tanto en los paisajes como en los interiores Sí. El color y la luz están interrelacionados y son decisivos para conseguir una determinada atmósfera envolvente que no tiene por qué ser real, sino inventada, creada al margen de lo estrictamente retiniano. En muchos de mis cuadros actuales aparecen nocturnos, amaneceres o atardeceres de extraña luminosidad. Todo ello provoca una mirada trascendente y no tanto sensorial, aunque también pueda despertar ciertas sensaciones o sentimientos.
Supongo que a lo largo del tiempo habrá pasado por etapas vitales y estados de ánimo muy diferentes ¿Cómo definiría su momento actual? Como anuncia el título de la exposición, es una etapa introspectiva y solitaria de entrega total a la pintura. La soledad te da un sentido poético de la vida. El oficio de pintar lleva implícito un ensimismamiento forzoso. El pintor es un ser que vive en la soledad del taller. En estos cuadros describo una mirada íntima, exclusivamente mía. Estoy atravesando un momento intenso de madurez y tranquilidad, concentrado en la actividad de pintar, en la que vuelco toda mi energía.
En gran parte de sus pinturas, la palabra está muy ligada a la imagen pictórica, ya sea en forma de versos que la acompañan o en los mismos títulos ¿es un apoyo fundamental? Depende del cuadro. En las obras de ahora se podrían dilucidar ciertos aspectos a través de la palabra, aunque intento que el núcleo de cada pintura quede sin desentrañar totalmente. Se trata de que la representación de las cosas no tenga un significado cerrado, sujeto a la apariencia, sino abierto a otras posibles lecturas menos convencionales. Los títulos y la palabra pueden dar la pista inicial, pero el cuadro se ha de completar con la observación pausada y la interpretación individual.
¿Ese modo de interpretar tendría entonces un punto de unión con lo simbólico o alegórico…? Pretendo que nada tenga un único significado, y al mismo tiempo me gusta guiar al espectador, orientar su curiosidad hacia determinados temas, sin dejar de lado el misterio que el arte entraña. De ahí la carga metafísica de cuadros como Amigas, donde los objetos se personifican, son metáforas parlantes de lo humano.
Hábleme de sus inicios en Madrid ¿Cómo entra en contacto con el mundo del arte? Llegué a Madrid a finales de los setenta, después de vivir unos años en Zaragoza. Por entonces, la capital estaba muy por delante de las ciudades de provincia. Se respiraba cierta modernidad en el ambiente. Comencé la carrera de Ciencias de la Información porque me apasionaba el cine, pero me pasaba el día en la filmoteca viendo películas… Finalmente decidí dejar la facultad y dedicarme en serio al arte, y comencé a formarme de manera independiente.
¿Le influyó algo la Movida madrileña? La llamada Movida madrileña era un acontecimiento propicio pero fue sobre todo un fenómeno musical. Íbamos a conciertos y nos divertíamos mucho, conocí a gente muy interesante como Almodóvar, con quien he colaborado en alguna ocasión. Pero el arte siempre se ha mantenido al margen de lo efímero y ha marchado por sus propios derroteros. Cuando yo empecé a pintar no pensaba en “la movida” sino en los grandes artistas universales a los que admiraba y admiro, Paul Klee, Matisse, Morandi, Chirico,…
¿Fue el crítico y escritor Juan Manuel Bonet, en cierto modo, su mentor? Sí, lo conocí con apenas diecinueve años y fue el impulsor de mi primera individual en la librería-galería Antonio Machado, en 1982, donde presenté una muestra titulada A Song of Europe. Desde entonces mantengo una muy buena relación con él.
Tiene amigos escritores, poetas, ¿se ha dedicado alguna vez a escribir? No, soy un escritor frustrado, en parte me dedico a la pintura para contar en imágenes lo que no soy capaz de escribir en versos… Aunque creo que todos, de jóvenes, nos hemos sentido poetas alguna vez.
¿Le interesa más el arte clásico o las corrientes contemporáneas? En general, la Historia del Arte me parece fascinante desde los inicios. Del siglo XX, me interesa mucho el arte de los novecentistas italianos, el futurismo y las vanguardias hasta la Segunda Guerra Mundial. Esos cuarenta años están plagados de talentos deslumbrantes. Quizá por mi formación autodidacta he asimilado de manera muy libre ciertos aspectos del dadaísmo y del primer surrealismo en su corte más íntimo: Hans Arp, Ernst, Picabia… También me atrae enormemente el universo simbolista de los nabis, Bonnard, Vuillard y, sobre todo, Valloton…
¿Y del arte español contemporáneo, qué destacaría? Creo que en España tenemos grandes artistas no sólo históricos sino actuales. Soy un gran apasionado del arte, mi casa está llena de cuadros. Disfruto viendo pintura, por eso he dirigido una galería y colecciono obras de artistas a los que respeto, muchos de ellos compañeros de generación. Tengo algunos pintores predilectos, Mazarío, Miguel Galano, Elena Goñi, Sergio Sanz, Juan Carlos Lázaro, Isabel Baquedano, Aquerreta… y muchos más. Valoro de verdad el trabajo de artistas coetáneos, algunos amigos y otros apenas conocidos personalmente por mí.
Siempre ha sido un gran “consumidor de cultura”, cine, música, literatura ¿cómo incide esa faceta en su mundo creativo? Los libros y las películas poseen un peso específico en mi pintura. Todo lo que tengo de lector o espectador se trasluce seguramente en mi obra. Es algo inevitable que se hace palpable, a veces de forma explícita, como ocurre en Bodegón para Georg Trakl, un cuadro de 2015 dedicado al poeta austriaco.
¿Y la música, está también presente en su pintura? Sí, absolutamente. Siempre trabajo con música y suena a todas horas en mi estudio. Para esta exposición he pintado un cuadro homenaje a uno de mis intérpretes y músicos favoritos, Scott Walker (ex vocalista de los Walker Brothers), titulado precisamente Paisaje para Scott Walker…
¿Se considera un recolector de “objetos inservibles”? Bueno, no exactamente. Tengo algunos objetos fetiche de los que me gusta rodearme porque me son propios, con los cuales me relaciono de una manera muy especial e íntima… Casi como si fueran seres animados que me acompañan y me transmiten cosas…
¿Sueña con sus escenarios pictóricos? Casi nunca me acuerdo de mis sueños. No sé si por fortuna o por desgracia. Mi encantamiento y mis obsesiones pintadas suelen venir de una mirada un tanto onírica, embelesada, sobre los objetos y sobre una parte de la realidad.