Candela Álvarez Soldevilla, se inició en el coleccionismo por vocación, desarrollando un sentido innato hacia lo artístico y una sólida formación autodidacta. Su pasión por la tenencia selectiva de arte ha ido creciendo hasta nutrir en la actualidad una de las colecciones privadas mejor articuladas y ricas, con alrededor de 350 obras de pintura, dibujo, escultura y arte multimedia… Nombres como Jaume Plensa, Miquel Barceló, Eduardo Arroyo o los componentes del grupo El Paso, conviven con una surtida representación de arte internacional, especialmente anglosajón: Anthony Caro, Tony Cragg, Tony Oursler, Anish Kapoor… Autores emergentes junto a figuras históricas fundamentales como Le Corbusier, forman parte de un coleccionismo vitalista que compagina con su intensa actividad divulgativa a través de conferencias y coloquios sobre arte contemporáneo. La mecenas nos abre las puertas de su “Studiolo”, apacible y luminoso “gabinete” particular con amplios ventanales situado en una zona residencial de la capital madrileña, un refugio donde abandonarse a la lectura, la conversación buscada y la contemplación de espléndidas obras de arte. Foto: David García Torrado. Amalia García Rubí
¿Cuándo y porqué empezó a coleccionar? La primera pintura que tuve “en propiedad”, siendo todavía adolescente, fue un cuadro de Marola, pintor asturiano de principios del XX, regalo de mi padrino, quien poseía una modesta colección de artistas locales. En aquel momento no era todavía consciente de esta actividad que después desarrollaría casi con irrefrenable pasión.
Esta afición a la pintura, la escultura… ¿le viene de familia? A mi madre le gustaba el arte pero no existía un ambiente familiar especialmente artístico. Yo no ‘mamé’ el arte en casa, más bien lo aprecié cuando salí al extranjero, en mis primeros viajes a Londres y París. Fue aquí donde compré mi primera obra: una escena del Sena al óleo de un pintor naïf que descubrí en una pequeña galería de la Rive Gauche durante mi época de estudiante y que aún conservo como cariñoso recuerdo.
Asturiana de nacimiento, ¿creció y se formó en Gijón? ¿En qué momento llega a Madrid? Tengo lazos familiares en Gijón y voy a menudo pero sólo viví allí hasta los nueve años; después, nos trasladamos a Vigo donde terminé el bachillerato. Vine a Madrid para estudiar en el ICADE, aunque me hubiera gustado cursar la carrera de Historia del Arte. Sin embargo, sabía que para ganar la libertad de la gran ciudad y ser realmente independiente no debía renunciar a las expectativas académicas que mis padres tenían de mí. Siempre he sido muy responsable en este sentido.
¿Qué recuerda de aquellos años universitarios? Desde muy joven me interesé por la pintura, la escultura… Durante la carrera estudiaba mucho porque siempre he sido una alumna aplicada y he disfrutado aprendiendo, pero en mi tiempo libre comencé a ir a exposiciones, visitaba las galerías, los museos, etc. A los 18 años descubrí la Fundación March, donde me embelesaba mirando la obra de Kandinsky, Bonnard, Cezanne, Matisse… y entonces empecé a apreciar en directo a los grandes artistas.
¿Tiene preferencia por un perfil de artista?, ¿procura conocerlos personalmente? No tengo un perfil determinado pero creo que lo más interesante en el mundo del arte es hablar con los artistas. Son personas provistas de una sensibilidad especial a las que escuchar y entender. He comprado con asiduidad obra de autores desconocidos porque me han parecido buenas a pesar de su anonimato. También he apostado por jóvenes creadores que tratan de abrirse camino en el difícil mundo del arte. Suelo fijarme en un detalle concreto, especialmente un título, algo que me llama la atención o me vincula inesperadamente a la obra. Me atrae el pequeño formato, el dibujo y el trabajo del papel por su delicadeza, aunque también tengo piezas grandes en distintos soportes.
¿Necesita asesoramiento a la hora de comprar una pieza importante? ¿Qué le lleva a elegir una determinada obra? No, no, nunca. Me parece que los asesores cumplen su función pero yo siempre he sido muy libre a la hora de adquirir arte porque practico un coleccionismo visceral, de auténtica pasión por la obra y no tanto por la firma. No compro para invertir sino por puro amor hacia las creaciones con las que me voy encontrando y, en última instancia, soy yo misma la que me decido por una u otra, sin pedir consejo. Siempre es interesante que el artista tenga un nombre pero suelo hacer caso de mi instinto y al mismo tiempo intento actuar con cabeza.
Muchas de sus obras tridimensionales son cabezas, ¿por qué las colecciona? Empecé de manera casual. De pronto, en 2004, me di cuenta de que tenía cuatro cabezas de cuatro artistas distintos. A partir de aquel momento y para imponerme a mí misma una cierta disciplina de compra, decidí que sólo iba a coleccionar piezas que tuvieran la cabeza como tema o motivo de inspiración. Me gusta mucho la escultura, el sentido táctil, de contacto directo con lo creado, sus distintas texturas y temperaturas: cálidas, frías, rugosas, lisas… A través de la escultura tienes la sensación de meterte de lleno en la obra y no tanto de mirar desde fuera. Me transmite una emoción especial, distinta a la de la pintura.
¿Recuerda alguna anécdota en su larga experiencia como pujadora o compradora? Aunque compro con cierta frecuencia en subastas, hace mucho que no asisto físicamente a las salas; previamente me marco un límite que a veces sale bien y otras no. Me ocurrió algo muy curioso con esta obra de Anthony Caro (señala una escultura de mesa en acero oxidado y barnizado perfectamente iluminada, una composición abstracta de 1983). La vi en una exposición de una galería madrileña en 2013 pero, al no ser una cabeza, tuve que descartarla con todo el dolor de mi corazón. Sin embargo, antes de irme, le pedí al galerista que hojease el listado para comprobar el nombre de la obra. Entonces me dijo: “Candela, no te lo vas a creer, el título de la escultura es Ground Head. Inmediatamente la compré y desde aquel instante distinguí con total claridad la forma esquemática de un rostro.
¿Se ha centrado también en figuras históricas? ¿Qué época del arte del siglo XX le interesa más? El expresionismo alemán y el fauvismo francés son los dos movimientos previos a la I Guerra Mundial que me interesan de manera especial, tanto por su estética y plasticidad como por el momento artístico en que se desarrollaron. Me apasiona la interconexión de grandes artistas centroeuropeos, desde Kirchner y sus compañeros de “Die Brucke” a Schiele, Kokoschka, con el mundo de la literatura coetánea y la libertad de pensamiento. Rainer María Rilke es el gran poeta para mí. ¡Aprendí alemán para poder leer su obra!. Todo lo que tiene que ver con el sentir romántico, la hondura del ser humano, me emociona.
¿El sentimiento amoroso, le infunde la misma devoción a la hora de fijarse en una obra? El erotismo sutil, como algo que está implícito simbólicamente y que se oculta detrás de la metáfora de las formas y colores, creo que tiene una belleza sensual incuestionable, dulce y atrayente. Por ejemplo, aparece de manera indirecta pero muy clara en esta obra de Anish Kapoor que adquirí en Art Basel hace unos años (señala la pared justo detrás, en la que cuelga una gran caja de metacrilato que alberga dos suaves papeles desplegados en forma de libro abierto con una suculenta gradación de tonos rojos, el más intenso, de un carmín encendido, en la ranura central).
¿Ha participado como prestadora en alguna exposición? Sí, en bastantes ocasiones. Soy miembro de la Junta Directiva de 9915, la única asociación de coleccionistas de Arte Contemporáneo de España, a la que me siento muy orgullosa de pertenecer. Entre otras muchas actividades, organizamos exposiciones. La última en la que presté obra fue la colectiva Ni cautivos ni desarmados, con un trasfondo sobre la violencia, comisariada por Alfonso de la Torre, en la Universidad de Valencia. Aporté una pequeña pieza de Liliana Porter muy impactante para mí. En 9915 contribuimos al arte en colaboración con el Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), a través, por ejemplo, de un curso anual de verano en la Universidad Menéndez Pelayo sobre Arte y Coleccionismo o la Beca de Investigación para jóvenes promesas que este año se centra en la Fundación Delfina de Londres.
¿Viaja mucho? ¿En qué ciudad viviría, además de Madrid? Sin duda, en Londres porque me parece una ciudad muy completa; de hecho viví cuatro años allí. Desde muy joven he viajado por el mundo, tanto por trabajo como por placer y curiosidad hacia lo nuevo. Casi he pasado más tiempo fuera que dentro de España. Conozco gran parte de África, América, Asia…Ahora me encuentro en una etapa de mi vida mucho más tranquila.
¿Nunca ha pensado en coleccionar objetos de arte procedentes de otras culturas? El coleccionista lo es por raza y de ahí le viene su impulso. He pasado bastante tiempo viajando por Oriente, sobre todo por la India. Cada vez que iba a un país (Japón, China, Filipinas…) me compraba una máscara, hasta hacerme con una colección bastante grande que luego dejó de interesarme. El afán de coleccionar objetos de diversa procedencia lo he sentido desde jovencita.
Además de soportes tradicionales, pintura, dibujo, escultura, ¿le interesa otro tipo de creación? Sí, claro, en este momento Eugenio Ampudia me está montando una maravillosa instalación La biblioteca en llamas en la biblioteca de mi casa. El arte conceptual me gusta si alberga un contenido y una estética; tengo obra de Tony Oursler, que compré en una galería de Madrid, algunas piezas hechas con fotografía… Pero en general, las nuevas tecnologías no me atraen demasiado como obras de colección. Me gusta verlas y no tanto tenerlas. En mis piezas, prefiero que no se identifique inmediatamente al artista. Busco lo especial y distinto: el Opie menos comercial, un Guerrero figurativo de su etapa más temprana, etc.
Los artistas españoles están muy presentes en su colección ¿Cree que se debería apoyar más nuestro arte dentro y fuera de España? Los artistas españoles siguen triunfando antes en países extranjeros para ser reconocidos después en España, por eso es importante el apoyo de instituciones, coleccionistas, museos, galeristas, etc. Se hace muy buen arte en nuestro país. En mi colección hay una amplia representación de nuestros artistas tanto de la vanguardia de los años 50 como de generaciones posteriores, Barceló, Ugalde, Uslé… Simplemente busco la calidad, que detrás de cada obra haya una pequeña historia y que sea fruto de un trabajo intelectual, de indagación personal.
¿Las ferias de arte contemporáneo están proliferando? ¿Cree que cuestionan a veces la función de la galería como punto de venta tradicional? Es cierto que las galerías tienen un papel difícil pero al mismo tiempo fundamental. El hecho de que existan ferias no debe menoscabar el rol de la galería tradicional, sino todo lo contrario. La galería debe estar en la ciudad y al mismo tiempo acudir a las ferias. No se debe olvidar la función pedagógica, de educación del gusto del ciudadano de la calle que pueda entrar y ver las exposiciones que se ofrecen en las pequeñas salas de arte. Yo suelo ir a las ferias, tanto por estar invitada a algunos de sus foros en los que participo, como por una cuestión de afición personal. Mis preferencias son Art Basel (Basilea y Miami), Frieze Londres, FIAC París y, por supuesto, ARCO. Descubrí ARCOLisboa el año pasado… Procuro asistir a la Documenta de Kassel, Münster, la Bienal de Venecia…
¿Cuáles son sus proyectos en este momento? Tengo en fase de redacción mi Tesis Doctoral sobre El coleccionismo de arte desde la perspectiva del Derecho. Continúo con mi labor empresarial, aunque en 2005 realicé la mejor operación mercantil de toda mi carrera, algo que me permitió dedicarme con más intensidad al coleccionismo. Entonces pude, por fin, montar el Studiolo –siguiendo simbólicamente el ejemplo del mecenas renacentista, que guardaba en su Studiolo lo bello: objetos de arte y ciencia. Me volqué en el apoyo a jóvenes artistas, como Xavier González d’Ègara e Iván Cantos-Figuerola. Hoy soy consciente de mi gran suerte al poder disfrutar de algo que me hace feliz: el arte. Aunque todos los años elaboro un presupuesto para la compra de obras, casi nunca lo cumplo. He conseguido reservar tiempo para mi vida personal e intento seguir cultivando mis aficiones: la música, la literatura, la conversación y por supuesto, el coleccionismo. Henri Focillon afirmaba: “el logro del coleccionista reside en crear a partir del genio de otros una esencia que le pertenece sólo a él”.