“Esta pandemia nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la existencia y la fuerza del azar”, reflexiona Artur Ramon Navarro, director de la emblemática galería barcelonesa Artur Ramon Art, continuador de una saga de anticuarios que se remonta a los inicios del siglo XX. La galería, con la colaboración de su padre, Artur Ramon Picas, y de su hermana Mònica (presidenta del Gremio de Galerías de Arte de Cataluña), se ha ganado el reconocimiento internacional y es proveedora de prestigiosos museos internacionales y participa en importantes ferias, como Tefaf Maastricht y el Salon du Dessin de París. [Foto: Jordi Baron].
¿Cómo está viviendo esta crisis? Con perplejidad y angustia. Si no fuese por la cantidad de muertos y enfermos que comporta, por la plaga bíblica que significa en tiempos modernos, es una experiencia antropológica, social y cultural única que da mucho que pensar. La casa como refugio y prisión a la vez. Hace tan sólo un mes, cuando ya azotaba a nuestra vecina Italia, nosotros pensábamos que era una amenaza lejana que no nos afectaría nunca: una absurda manera de negación que produce el miedo. Lo que vivimos tiene algo de las profecías de Orwell y Huxley, la estética de Blade Runner, los paisajes de la Gotham de Batman…
¿En qué ocupa su tiempo durante estos días de confinamiento? Aprovecho para seguir una rutina que no se aleje de la normalidad. Trabajo (he descubierto algunas ventajas del teletrabajo), estudio, leo y escribo. También me ha servido para dedicar el tiempo que normalmente no puedo dedicar a mi familia y para convivir con ellos y darme cuenta de las magníficas personas que son y de cuánto les quiero. También me gustaría poder ver y abrazar a mis padres y hermanos y a mis amigos pero por ahora no puedo y lo siento y me frustra mucho.
¿Qué lecturas, películas o música le ayudan a sobrellevar la situación? Hace tiempo que leo a los filósofos estoicos y estos días sus sabias palabras me reconfortan, especialmente Séneca, que parece un contemporáneo. También leo a Josep Pla, que es para mí el mejor escritor catalán del siglo XX y siempre me acompaña. Me estoy documentando para un nuevo libro que pronto escribiré sobre el dibujo y leo mucho sobre dibujo: Focillon, Valéry… He visto la segunda temporada de El Nuevo Papa (HBO) de Paolo Sorrentino del que soy muy fan: una ópera en el Vaticano. Y descubrí una joya cinematográfica, Soy Cuba, de Mijail Kalatózov (1964) que más allá del panfleto castrista es una obra de arte.
¿Qué impacto tendrá esta crisis en nuestro mercado del arte? Es muy difícil valorarlo ahora cuando apenas estamos en mitad del túnel y aún no se ve la luz. Dependerá del tiempo en el que estaremos parados. Cuanto más largo, naturalmente peor. Costará mucho volver a encauzar los negocios y es posible que cambien muchas cosas. Todo es imprevisible y esta incertidumbre nos crea angustia porque tambalea nuestro estado de bienestar. Nosotros somos vendedores de un producto de última necesidad, de ilusiones y sueños y tardaremos en que regrese el escenario para que estos parámetros se vuelvan a dar. La gran cuestión es saber cómo vamos a enfrentarnos a estos nuevos desafíos, algo que acongoja pero a la vez estimula. Nuestra generación se ha caído tantas veces y se ha vuelto a levantar que estamos curtidos en la adversidad y vamos a remontar, seguro.
¿Qué artista u obra de arte le inspira de forma particular en estos momentos? Muchos. El arte y la cultura en general es un refugio y una suerte poder gozar de ellos. Sin la cultura no sé cómo la gente puede vivir confinada. Las librerías, como los supermercados, deberían estar abiertas. Me gusta volver a los artistas que siempre he amado: El Greco, Velázquez, Caravaggio, Rembrandt, Goya y Picasso, que dieron respuestas firmes y bellas a la condición humana.
¿Cuál sería el primer museo que le gustaría volver a visitar en cuanto sea posible? El Prado que es mi museo preferido y siento no poderlo visitar. Siento mucho lo que está pasando en Madrid, donde el virus ha golpeado tan fuerte, porque es una ciudad que desde niño siento como mía y que tiene, entre tantas cosas, el Prado, la mejor pinacoteca del mundo, sin duda.