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    La Andrómeda española de Rodin

    Una sorpresa aguardaba a los expertos de la casa de subastas francesa Artcurial durante una jornada rutinaria de valoración de obras de arte que realizaron en Madrid: nada menos que la Andrómeda que Auguste Rodin había regalado al diplomático chileno Carlos Morla Vicuña y que se consideraba perdida desde la década de 1930. Este exquisito mármol, nunca antes expuesto al público, sale a pujas hoy con una estimación de 800.000 a 1,2 millones de euros. El matrimonio formado por Luisa Lynch del Solar (1864-1937) y Carlos Morla Vicuña (1846-1901) pertenecía a la distinguida burguesía chilena de la segunda mitad del siglo XIX. Carlos Morla Vicuña fue agregado de la Embajada de Chile en París entre 1885 y 1891. Junto a su mujer, Luisa, escritora y ardiente feminista, se introdujo en el ambiente bohemio parisino de la época. Así, la pareja entró en el círculo de Auguste Rodin en 1886 de quién acabarían siendo grandes amigos. Ese mismo año Carlos Morla encargó al escultor una estatua ecuestre del general Lynch para el Estado chileno; y entre 1887 y 1888, a título privado, le encomendó un busto de su joven esposa. La admirable modernidad de este mármol suscitó encendidos elogios en el Salon de 1888 hasta el punto de que el Estado francés rogó a Morla que se lo cediera, algo que éste aceptó en gesto de amistad con Francia. Originalmente destinado al Musée du Luxembourg, este busto, conocido como «Madame Vicunha» o «La charmeuse», enriquece hoy la colección del Musée d’Orsay. En agradecimiento, Rodin quiso compensar a la pareja obsequiándola con una espléndida Andrómeda. Rodin la evocó encadenada y en cuclillas en un mármol sobrecogedor que recrea a la hija de los reyes de Etiopía, Cefeo y Casiopea, aguardando la llegada del monstruo que la devorará. Existen cinco copias de esta escultura, tres de las cuales se hallan en el Museo Rodin de París, el Museo Rodin de Filadelfia, y el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires; la cuarta formaba parte de la colección de Gabriel Hanotaux y se subastó en 2006 en Nueva York por 3 millones de dólares. Siguiendo el ejemplo familiar, las pasiones del joven Carlos Morla Lynch se canalizaron hacia la literatura, la música y la política exterior. Sus vidas tendrían más paralelismos pues en 1921, siguiendo los pasos de su progenitor 36 años atrás, tomó posesión de su cargo en la embajada de Chile en París y, emulando a sus padres, abrió los salones de su residencia a los creadores más vanguardistas de la época como Stravinsky, Cocteau, Falla, Picasso o Foujita, entre tantos otros. En 1928, es destinado a Madrid y se instala en la calle Velázquez, en el barrio de Salamanca. Su casa se convertirá en punto de encuentro de los poetas de la Generación del 27, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y Jorge Guillén, asiduos a las veladas literarias que se organizaban, a las que se sumaban intelectuales como el escritor y diplomático Salvador de Madariaga y el crítico de arte y filósofo Eugenio d’Ors. Frecuentará también a compatriotas como Gabriela Mistral, Vicente Huidobro y Pablo Neruda, que había sido nombrado cónsul de Chile en Madrid en 1934. De todos ellos, fue con García Lorca con quien Carlos Morla forjaría una honda y cómplice amistad. Las vivencias de aquella etapa española fueron meticulosamente registradas en las páginas de su diario personal correspondientes a los años 1928 a 1936 que, en 2008, fueron reunidas por sus hijas en el libro En España con Federico García Lorca (Editorial Renacimiento). Después de Madrid, recalaría en otras delegaciones europeas como Berlín, Berna, Amsterdam y París, pero Morla, a su retiro, regresaría a la capital española donde fallecería en 1969.

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