Pocos artistas suscitan más controversia que Allen Jones. Figura histórica del Pop Art británico, su influencia se extiende desde el diseño hasta el cine y la moda. Su gran entrada en la escena internacional tuvo lugar en los años 60, haciendo bandera de un lenguaje visual estilizado para pintar la figura humana, que rompía con los postulados del siglo XIX. A medida que sus cuadros se iban volviendo más volumétricos, Jones abandonó el caballete para crear obras genuinamente tridimensionales; fue así como surgieron sus sexualizadas y célebres esculturas en fibra de vidrio de mujeres-mueble a tamaño natural. La Galería Marlborough de Londres acaba de presentar sus últimas creaciones que plantean la abstracción y la figuración de forma menos descriptiva que en su obra anterior. Encontramos esculturas que parecen columnas totémicas de plexiglás transparente en las que ha introducido una pareja de zapatos de tacón y un biquini de lentejuelas, dispuestos de tal manera que evocan una silueta femenina, mientras que las cabezas son acrílicos abstractos en tonos azul, rosa y amarillo, que parecen flotar. A punto de cumplir 80 años, Allen Jones, que se define como “un pintor que esculpe”, abre su estudio de Oxfordshire a Tendencias del Mercado del Arte para hablar de la aparición del Pop Art británico en los años 50, su obsesión por la figura femenina y su inolvidable encuentro con Joan Miró. [Allen Jones, A Model Model (detail), 2014-15.Cortesía del artista y Marlborough Fine Art, Londres]. Vanessa García-Osuna
Han pasado 40 años desde su primera exposición con la Marlborough y esta última muestra. ¿Cómo ha sido su evolución? El auténtico giro inesperado, para mí, fue el paso a la escultura de metal. Este movimiento me permitió orquestar el color en tres dimensiones, y liberarlo de los corsés descriptivos que me imponían mis figuras en fibra de vidrio.
Sus preocupaciones como artista han gravitado en torno a la condición humana y la identidad. ¿Cómo aborda estas cuestiones en su obra escultórica? El artista no existe en el vacío. Veo mi actividad artística validada todos los días por la propia vida que me rodea.
¿Cómo nace su obsesión por la figura humana? Tal vez hubo algo en mi juventud. La escultura en la que trabajo en cada momento me absorbe por completo y, mientras la estoy creando, puedo llegar a convertirme en ella.
Lleva toda la vida explorando la representacion de la figura humana pero en sus últimas creaciones aborda la abstracción y la figuración de una manera menos descriptiva. Lo cierto es que en los años 60, cuando vivía en el Hotel Chelsea de Nueva York, ya utilicé plexiglás en algunas de mis esculturas. El artista francés Arman también estaba por allí en esa época y le ví emplear resinas y plexiglás. Entreví las posibilidades de liberar el gesto pictórico del lienzo plano. El metacrilato transparente deja que el color ‘flote’. De alguna forma me recordaba el espíritu de Miró y también el de Calder.
Ha recibido los premios más prestigiosos y representado a Reino Unido en distintas bienales pero ¿cree que sus esculturas-mueble han eclipsado el resto de su producción? ¿Ser tildado de ‘sexista’ por las feministas condicionó su carrera? Sí, y de hecho de una forma muy adversa. En mi opinión, aquellas esculturas fueron efectivamente ‘secuestradas’, y eso ha condicionado la libertad con la que los espectadores se enfrentan a ellas. Fueron piezas pensadas para ofender a los cánones del arte, no a la gente.
¿Qué le motivó a ‘ofender’ los canones? Sus primeras esculturas eran muy radicales, desmontaban las rígidas nociones de los roles de sexos… En realidad en mis esculturas actuales hay ecos de aquellas primeras que hice en Nueva York en 1964, y que eran figuras totémicas abstractas de madera. Las esculturas-mueble fueron mi segunda incursión en las tres dimensiones, y permitieron que mis figuras pintadas salieran a pasear fuera del lienzo. El arte figurativo estaba “contra las cuerdas” por el Colour Field Painting [la pintura de manchas de color], y el Minimalismo. Yo, junto con un puñado de artistas como George Segal, Robert Graham y Duane Hanson, encontramos un nuevo lenguaje visual para representar la figura.
A pesar del tiempo transcurrido, algunas de sus creaciones, como las esculturas-mueble, siguen siendo tan controvertidas hoy como cuando vieron la luz. ¿Cómo cree que seran entendidas en el futuro? Bueno, confio en que sean vistas como una pista sobre las aspiraciones y las preocupaciones de la sociedad en que fueron creadas.
Ha trabajado en varias ocasiones con la modelo Kate Moss. ¿Qué le inspira de ella? La tiranía de la imagen. He hecho poquísimos retratos, pues la ansiedad que me provoca la posibilidad de defraudar las expectativas de quien me lo encarga o de comprometer mi propio arte ha limitado mi interés por hacerlos. El proyecto de Kate Moss nació de un encargo. El reto de pintar a una persona universalmente reconocida por las fotografías fue absolutamente irresistible. Ella vino a mi estudio, posó varias veces a lo largo de unas semanas, y poco a poco empecé a vislumbrar las posibilidades que se me abrían, no sólo en la pintura sino también en la escultura y en la fotografía.
Artistas como Jeff Koons o los hermanos Chapman han seguido su estela creando piezas en las que intervienen muñecas. ¿Qué tipo de arte le estimula ahora? Norman Rosenthal ha dicho que el buen arte tiene que ver con tener un cierto nivel. Cada uno de nosotros marcamos ese nivel de acuerdo a nuestra propia sensibilidad. Cuando el arte está por encima de este nivel despierta nuestros sentidos, la curiosidad y deleite. Me gusta que me sorprendan.
¿Recuerda la visita de Miró a su estudio? ¡Cómo olvidarla!. Fue a principios de los 60, con motivo de su visita a Londres para asistir a la inauguración de su retrospectiva en la Tate Gallery. Quería ver qué hacían los artistas jóvenes y su viejo amigo Roland Penrose lo trajo a mi apartamento, en Wandsworth. Penrose era para mi, recién salido de la escuela de arte, el enlace con los grandes artistas de vanguardia del pasado reciente. Me acuerdo que yo estaba pintando un cuadro de gran formato que ahora está expuesto en el Museo Ludwig de Colonia. El lienzo estaba apoyado en la chimenea. Miró lo examinó con una mirada penetrante y al cabo de unos minutos me agarró del brazo y me dijo ‘¡Bravo!’. Luego empezó a hablar de qué podría ser una escultura y, para ejemplificarlo, comenzó a apilar los cuatro muebles que había en mi habitación. Cuando se marchó me enfrenté al dilema de si mantenía la ‘obra’ que había hecho este gran hombre o volvía a colocar todo igual que antes para poder sentarme y cenar.
Sus obras son codiciadas por los coleccionistas de todo el mundo pero ¿qué colecciona usted? ¿Qué obras tienen un sentido especial? Sí que colecciono. ¿Una obra especial? Qué elección más difícil… En la National Gallery de Londres hay un Bronzino, Venus, Cupido, la Locura y el Tiempo, que me vuelve loco. Y en cuanto a mi colección personal, tal vez mi posesión más preciada sea una maleta de Marcel Duchamp que él mismo me regaló.