Propietarios de unos grandes almacenes en México, Isabel y Agustín Coppel empezaron a coleccionar en los años 90. En los comienzos pusieron el acento en los maestros modernos mexicanos pero pronto abrieron el foco al arte contemporáneo, nacional e internacional, con un especial énfasis en la fotografía. Punto de partida. Colección Isabel y Agustín Coppel es el título de la exposición que, del 21 de febrero al 11 de junio de 2017, presenta la Fundación Banco Santander en la Sala de Arte Santander de la Ciudad Financiera de Boadilla del Monte (Madrid). A través de 120 obras la muestra propone una visión del arte contemporáneo que gira en torno al concepto de mestizaje, ya que en este país centroamericano lo indígena, lo criollo, la tradición y la modernidad, lo cristiano y lo azteca se mezclan de forma intercambiable. Agustín Coppel habla en esta entrevista sobre la apasionante aventura de formar una colección que refleje la complejidad del mundo actual. Vanessa García-Osuna
¿Qué papel jugaron los museos y las galerías en su infancia? Mi introducción al arte no fue hasta que llegué a la Universidad, cuando en un viaje con mis padres visité el Museo del Prado, el Louvre y el Orsay. Fue un viaje inolvidable. Más tarde durante una estancia de estudios en Nueva York frecuenté galerías como la de Mary Boone y la de Leo Castelli. El caso de Isabel fue distinto, desde niña tuvo más contacto con el arte, era una asidua visitante de museos. Estudió escultura por algunos años en el taller de Adelaida Noriega y en Morelia frecuentaba el taller del pintor Alfredo Zalce.
Hay quien desarrolla el instinto coleccionista en la niñez. ¿Fue su caso? No, no lo fue. Mi acercamiento al coleccionismo y a los coleccionistas surgió cuando me casé. Fue en esa época que una gran coleccionista sinaloense, Elba Podesta de Holm, nos transmitió su pasión por el arte, así como su experiencia, visión y criterio.
Usted y su esposa Isabel empezaron a coleccionar en los 90, centrándose al principio en el arte moderno mexicano pero ampliando sus intereses luego al arte contemporáneo internacional. ¿Qué les motivó a iniciar una colección? Al inicio buscábamos hacer una colección de arte que representara la época de los muralistas mexicanos, pero sin los muralistas. Nos interesamos por artistas como Manuel González Serrano, Julio Castellanos, Antonio M. Ruiz “el Corcito” y también por artistas de las generaciones siguientes como Lilia Carrillo. Nuestra colección no sigue líneas específicas, más bien es un reflejo de distintos intereses experimentados a lo largo de veinte años.
¿Cuáles fueron las primeras adquisiciones significativas? Las primeras obras importantes que compramos de artistas mexicanos fueron creaciones de Cordelia Urueta, Lilia Carrillo, un muy buen José Clemente Orozco, Gunther Gerzso y Carlos Mérida. Más adelante adquirimos trabajos de Enrique Guzmán, un gran artista que marcó el arte de las décadas de 1970 y 1980 y que ha sido fuente de inspiración para otros creadores, desde Julio Galán hasta Francis Alÿs.
¿Han coleccionado algún autor de forma exhaustiva? Sí, por ejemplo, a Enrique Guzmán. También apoyé la investigación que dio pie a la exposición de este artista que se organizó en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey y en el de Arte Moderno de la Ciudad de México. De hecho en la exposición Eco: Arte Mexicano Contemporáneo que se presentó en el 2005 en el Museo Reina Sofía, una de las piezas de Enrique Guzmán expuestas pertenece a nuestra colección. Además de Guzmán, que murió joven, hemos seguido la carrera de quienes hoy son reconocidos artistas mexicanos como Gabriel Orozco, a quien he coleccionado en profundidad, Abraham Cruzvillegas y Mario García Torres.
¿Cuántas obras componen su colección? ¿Cuáles serían las más emblemáticas? Más de veinte años construyendo la colección generan un amplio acervo. Hay muchas obras que podría considerar emblemáticas, como Learning Curve de Gary Hill, que estará en la exposición en la Sala de Arte Santander, o I copy therefore I am de Superflex, en la que los artistas daneses retoman una imagen de Barbara Kruger, quien a su vez se apropió de una imagen comercial. Estas obras hablan de nuestra época, de la complejidad del mundo al que nos enfrentamos, de sus conflictos éticos, en fin, considero que son obras que contienen y transmiten mucha información.
Si una colección es un reflejo de nuestras afinidades personales, ¿hacia qué movimientos, artistas… se sienten más atraídos? Me interesan artistas como Joseph Beuys, Marcel Duchamp y Robert Rauschenberg, cuyas obras abrieron caminos novedosos en el arte y que pueden considerarse sendas iniciáticas para el arte contemporáneo. Sus trabajos son como un punto de partida sin dirección y sin lugar previamente definido de llegada: abren horizontes y perspectivas que lejos de resolver problemas plantean nuevas preguntas, su posición causa ansiedad, desasosiego, revive emociones y dejan el alma inquieta.
¿Qué supone formar una colección “a cuatro manos”? Coleccionar juntos es algo realmente hermoso, algo que nos ha unido, es parte de nuestra vida en común. No me imagino haciendo esto sin Isabel, es más creo que no lo haría más. Coleccionar arte genera una felicidad muy íntima y especial, es como cantar.
Susan Sontag sostenía que “coleccionar fotografía es coleccionar el mundo”. En su colección este medio tiene un peso notable. ¿Cómo sería el “mundo de los Coppel” que dibuja su colección fotográfica? La fotografía tiene un papel relevante en nuestra colección porque desde el inicio fue algo que nos llamó la atención. En la fotografía puedes ver una representación de muchos mundos, se nos presenta como un acercamiento a lo que sucede en la política, la empresa, la sociedad: el mundo nuestro que está allí, que nos interpela, que nos cuestiona y que demanda de nuestra parte una respuesta responsable. En la colección hay muchos momentos de la fotografía muy bien representados, empezamos por la fotografía contemporánea, con Thomas Ruff, Wolfgang Tillmans, Thomas Struth y luego nos pusimos a estudiar a la generación anterior, sobre todo a los fotógrafos americanos de los años sesenta como William Eggleston o Stephen Shore. La fotografía experimental alemana de los años de la Bauhaus también tiene presencia en nuestros fondos.
¿Con qué artistas de su colección tienen relación personal? Hemos tenido la suerte de estar cercanos a muchos artistas, sobre todo cuando han desarrollado proyectos para el Jardín Botánico [ubicado en Culiacán, exhibe obras creadas ad hoc por una treintena de artistas contemporáneos internacionales]. Uno de los últimos en ir fue Abraham Cruzvillegas, quien nos estuvo platicando de sus últimas instalaciones, un trabajo muy profundo y bello sobre la no discriminación. Viendo la obra nos hubiéramos imaginado que hablaba de muchas cosas, pero no de eso ya que tomaba escombros y cosas que encontraba alrededor de los museos y espacios en los que trabaja, los recoge para disponerlos en las salas, dando un orden estético, pero sin discriminar a la piedra o papel más chiquito. Me pareció increíble. También recuerdo una cena en mi casa en la que estaba Francis Alÿs y viendo una pintura de Enrique Guzmán que tenía colgada en la pared le pregunté delante de toda la mesa, con más de doce personas, “¿a quién te recuerda?”. Sonriendo me contestó de inmediato y sin titubear: “es un honor”.
¿Han hecho “descubrimientos” de jóvenes artistas que ahora son autores reconocidos? Más que descubrimientos hemos seguido la carrera de artistas desde sus inicios, como sucedió con Mario García Torres. Está también el caso de Fritzia Irizar, a quien hemos apoyado desde que era estudiante, es una artista de Culiacán, de donde soy yo y hemos seguido desde entonces su trayectoria muy de cerca, apoyándola en distintas ocasiones. Fritzia Irizar es una artista increíble, la conocí la primera vez hablando sobre Félix González Torres, con una profundidad inolvidable. Es una creadora que sabe lo que hace y su trabajo le está dando frutos, recientemente estuvo en una exposición en París junto a otros importantes artistas mexicanos. En su momento nos interesamos por artistas como Félix González Torres o Hélio Oiticica antes de que sus precios fueran muy altos. La fotografía histórica fue un interés desde casi los inicios de la colección, por lo que pudimos adquirir muy buenas piezas de autores como William Eggleston, Diane Arbus o Lee Friedlander.
¿Hay algún artista español en su colección? Tenemos obra del gran fotógrafo Alberto García Alix, y también de Juan Muñoz, Cristina Lucas e Ignasi Aballí. A Isabel y a mí nos gusta mucho Antoni Tàpies y Picasso, pero sabemos muy bien que no todo se puede en esta vida [dice sonriendo]
¿Cómo les ha afectado, como compradores, el “boom” del arte contemporáneo? Yo estudié Mercadotecnia y es a lo que me he dedicado profesionalmente en los últimos 30 años: intentar comprender por qué algo se vende y otras cosas no; por qué algunos bienes suben de precio y otros bajan. Me parece bastante obvio y predecible el boom del arte contemporáneo. Existen miles de compradores en todo el mundo queriendo comprar un número muy limitado de artistas. Algunos de estos compradores por sí solos adquieren una gran cantidad de obras. Así, la demanda es muy grande y los precios tienden a subir. La clave está en comprender ese principio.