“Mi misión, si tiene éxito, reviste gran importancia para la humanidad. Porque soy capaz de describir el camino del alma desde el principio del espectáculo de la vida hasta su fin”, manifestó Hilma af Klint (1862– 1944), pionera del arte abstracto y mujer adelantada a su tiempo a quien el Museo Guggenheim Bilbao reivindica en una exposición. La artista sueca asumió que la vida tenía una dimensión espiritual y se empeñó en visualizar una verdad suprema, aquello que trascendía la realidad visible, lo que el ojo puede ver. Como mística y médium, al pintar creía estar en contacto con una conciencia superior que le hablaba a través de su arte, tan complejo y rupturista como fascinante. “La vida es una mera farsa si no servimos a la verdad”, sostenía. Esta muestra, patrocinada por Iberdrola, engloba desde sus primeros trabajos de temática tradicional, sus dibujos automáticos y sus series más destacadas, como Pinturas para el templo, Perceval o la dedicada al átomo, hasta sus acuarelas tardías. Nacida en el seno de una familia noble por méritos castrenses, Hilma af Klint tuvo el privilegio de acceder a la educación. Su padre, que llegaría a ser comandante naval, fue instructor de astronomía, navegación y matemáticas y pertenecía a una estirpe de cartógrafos, de ahí que las pinturas y dibujos espirituales de su hija se fundamentan en sus conocimientos del lenguaje de la cartografía y otras ciencias. Al aprendizaje por vía familiar se sumó una formación artística de corte tradicional en la Real Academia Sueca de Bellas Artes, que fue una de las primeras instituciones en permitir a las mujeres dibujar a partir de un modelo vivo. Aunque llegó a exponer en vida, lo que se mostró entonces fueron fundamentalmente sus pinturas figurativas y, muy ocasionalmente, las abstractas, que jamás presentó en el contexto del mundo del arte convencional pues deseaba compartirlas con comunidades espirituales afines, aunque sin encontrar un público entusiasta. Consciente de que el mundo aún no estaba listo para aceptar su obra, se encargó de guardarla y clasificarla para que llegara de forma articulada a la sociedad venidera. Ella misma indicó en sus últimas voluntades que sus obras no deberían ser expuestas durante al menos 20 años. Fue una artista que pasó desapercibida en su tiempo pero no por falta de éxito, sino por su propio convencimiento de que el mundo no estaba preparado para comprender sus creaciones. [Serie Eros, Serie WU/Rosa, Grupo II, n.º 5, 1907. Cortesía The Hilma af Klint Foundation ©The Hilma af Klint Foundation, Bilbao 2024]. [Hasta el 2 de febrero. Museo Guggenheim Bilbao. Guggenheim-bilbao.eus]