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    Mirar a África

    Un viaje por cuatro continentes sin salir de París. Eso es lo que ofrece Parcours des Mondes, la prestigiosa feria internacional dedicada al arte no europeo que se celebra del 10 al 15 de septiembre. Este Salón tiene como misión difundir la riqueza de las civilizaciones antiguas. Los barrios bohemios de Saint-Germain-des-Prés y de Beaux-Arts son el punto de encuentro de medio centenar de galerías que ofrecen al público objetos únicos y auténticos que hablan de las tradiciones artísticas de África, Asia, América y Oceanía. Cuatro galerías españolas (Arte y Ritual-Ana & Antonio Casanovas, Montagut Gallery, David Serra Fine Tribal Art y Arte Primitivo Fernando Pujol) participan en la 23ª edición de este evento cuya presidencia de honor recae este año en el coleccionista Marc Ladreit de Lacharrière (Niza, 1940), director general del grupo L’Oréal y presidente honorífico del museo Louvre Abu Dabi.

    ¿Qué significa para usted Parcours des Mondes? En mi opinión, es la manifestación más importante que existe en el campo de las artes no europeas, tanto por el número de galerías expositoras como por el volumen de objetos presentados. El hecho de que sea de un evento de acceso libre y que ocupe todo un barrio histórico y no una sala de exposiciones, lo hace único y acogedor.

    ¿Cuál fue la génesis de su colección? Las artes africanas no me eran desconocidas. Siempre me fascinó el diálogo cultural que existe entre las formas deconstruidas de los artistas africanos y las de Cézanne, Picasso o Braque. Pero si bien este diálogo me sigue deslumbrando, no ha sido determinante a la hora de construir mi colección de arte tribal. El camino que me ha llevado de las artes clásicas y contemporáneas a las artes primeras, se debe en gran parte a mi vinculación con el Consejo Artístico de los Museos Nacionales, encargado de adquirir las obras propuestas por los museos franceses, pero también a Stéphane Martin, y a todos los conservadores, coleccionistas y galeristas, que me ayudaron a abrir la mirada a este tipo de arte no europeo. Y, especialmente, le estoy agradecido a Jacques Chirac, que era mi amigo. Él fue el factor esencial.

    ¿Cómo le «inició» Jacques Chirac?  En sus oficinas, sobre todo en el Ayuntamiento, le escuchaba hablar con cariño, y con mucho conocimiento, de esas esculturas, de esas máscaras de las que había elegido rodearse. Él tenía una capacidad de asombro infinita y una sólida erudición. También tuve la suerte de poder seguir de cerca la creación del Museo del quai Branly, hoy Museo Jacques Chirac, cuya filosofía comparto completamente. Me entusiasmó la idea del presidente Chirac de construir un museo ambicioso, equiparable a las instituciones francesas más prestigiosas y enteramente dedicado a las culturas no europeas y especialmente a África. Desde su apertura, el museo fue un gran éxito. Como mi colección había crecido, me pareció natural compartirla con el público, en tanto en cuanto la mayoría de las obras que yo había adquirido no tenían equivalente en las colecciones del museo y, por eso, las completaban útilmente.

    ¿Cuál fue el primer objeto de su colección?  Una tabla de ancestro, de mediados del siglo XIX, originaria de Nueva Guinea, que se distingue por sus bellísimas proporciones, muy estilizadas. Me gustaba también por el mensaje que llevaba implícito. ¡Los espíritus de estas tablas estaban destinados a transmitir sus fuerzas a su poseedor!

    ¿Cómo gestiona su colección y qué relación tiene con ella? Estas esculturas han existido desde antes de mí y seguirán aquí cuando yo me haya ido, eso me hace sentirme un privilegiado porque me acompañen durante una parte de mi existencia. Nunca he vendido ninguna obra, no tengo un almacén, ¡y menos aún objetos embalados! Todos están a mi alrededor, por la casa y en la oficina. Sé que tan solo soy su compañero temporal, pero su presencia cotidiana me aporta mucha felicidad.  

    ¿Qué importancia concede a la investigación histórica sobre los objetos que colecciona? Es esencial: cuando el presidente Chirac y Jacques Kerchache se plantearon dedicar una sala del Louvre a las Artes de África, uno de los argumentos esgrimidos para hacerles renunciar era que los objetos de madera eran demasiado recientes. Por sus estatutos, el Louvre alberga exclusivamente obras anteriores a 1850. Desde entonces se han hecho grandes progresos. Recientemente hice fechar Segadora de mijo, una estatua Dogon que me gusta especialmente: ¡salió una datación entre 1486 y 1643! Otro ejemplo: una estatua Lobi, de Burkina Faso, que adquirí en Christie’s en 2023, se dató entre 1632 y 1683.  

    ¿Hay algún objeto de su colección que encuentre especialmente fascinante? Justamente estoy particularmente apegado a esta Segadora de mijo que le compré a Hélène Leloup al comienzo de mi aventura como coleccionista. Esta escultura, además de sus cualidades estéticas, idealiza y sacraliza un gesto cotidiano y casi trivial de la vida aldeana, y eso me conmueve. La considero un himno a la vida y al papel de las mujeres en la supervivencia y el desarrollo de las sociedades humanas.  

    www.parcours-des-mondes.com

    Foto © Katharine Cooper
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